Narrado por Giovanni Marchetti
Las semanas que siguieron al incidente en la misión fueron una prueba de resistencia y paciencia para todos nosotros. La tensión entre Dimitri y yo había alcanzado un punto crítico, y aunque sabíamos que necesitábamos una tregua, las emociones seguían siendo intensas y no se desvanecían fácilmente.
El día en que decidimos hacer una pausa en nuestras disputas fue un momento de reflexión y, de alguna manera, de humildad. Había pasado un tiempo desde que Dimitri y yo habíamos tenido una conversación sincera, sin gritos ni resentimientos. En lugar de enfrentar el conflicto directamente, ambos nos habíamos distanciado, atrapados en una especie de duelo silencioso que solo servía para aumentar la brecha entre nosotros.
Me encontraba en mi oficina, revisando documentos y tratando de concentrarme en el trabajo, cuando escuché un golpe en la puerta. Dimitri entró, con una expresión que, aunque aún contenía una sombra de desconfianza, mostraba una disposición a encontrar una solución.
—¿Podemos hablar? —preguntó, su tono era más neutral que el habitual. No era una pregunta, sino una solicitud.
Asentí y le hice un gesto para que se sentara. —Claro. Siéntate.
Dimitri se acomodó en una de las sillas frente a mi escritorio, y el silencio entre nosotros parecía más pesado de lo que había imaginado. El ruido de la ciudad y el suave murmullo del aire acondicionado eran los únicos sonidos que rompían el silencio.
—He estado pensando —comenzó Dimitri—, sobre todo lo que ha pasado. Sé que hemos tenido nuestras diferencias y que la decisión que tomaste en la misión puso a todos en riesgo. Pero también entiendo que esto no es solo sobre nosotros.
Lo miré, sintiendo una mezcla de alivio y vulnerabilidad. —Estoy de acuerdo. Lo que pasó en la misión fue una mala jugada, y no fue mi intención poner a nadie en peligro. Lo que más me preocupa es cómo esto ha afectado a Isabella y a nuestra relación.
Dimitri asintió, y pude ver que estaba tratando de poner sus pensamientos en orden. —Isabella ha estado en el centro de todo esto, y sus sentimientos están claramente en juego. La tensión entre nosotros no solo está afectando nuestra relación, sino también la suya.
El reconocimiento de Dimitri sobre cómo nuestras disputas estaban afectando a Isabella me hizo darme cuenta de que, a pesar de nuestra desavenencia, aún había un entendimiento mutuo de lo que estaba en juego.
—Ella ha sido un puente entre nosotros, y ha hecho todo lo posible para mediar en nuestros conflictos —dije, mi voz reflejando el peso de la situación—. Pero no podemos seguir dejándola en medio de nuestras disputas.
Dimitri se inclinó hacia adelante, su expresión seria. —Así es. Necesitamos encontrar una manera de resolver esto. No podemos seguir con esta tensión. Nos necesitamos mutuamente, no solo para nuestros negocios, sino también para mantener la estabilidad de nuestra relación con Isabella.
Asentí, sintiendo un nudo en el estómago. —Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para resolver esto. No quiero que nuestras diferencias arruinen lo que hemos construido juntos, ni la relación que tenemos con Isabella.
Dimitri se inclinó hacia atrás, mostrando una pequeña sonrisa que reflejaba un atisbo de alivio. —Entonces, hagamos una tregua. Trabajemos en mantener la calma y en resolver nuestras diferencias de manera constructiva. Podemos manejar esto si estamos dispuestos a colaborar.
La propuesta de Dimitri era un alivio, y aunque no resolvía todos los problemas de inmediato, era un paso importante hacia la reconstrucción de nuestra relación. —De acuerdo. Acepto la tregua. Y me comprometo a hacer todo lo posible para asegurarme de que nuestras decisiones se tomen en beneficio de todos nosotros.
Con esa declaración, ambos supimos que estábamos dando un paso hacia adelante, aunque las emociones seguían siendo un terreno complicado. La tregua era solo el primer paso para sanar las heridas y restaurar la confianza.
Pasaron algunos días y, aunque la tensión no desapareció de inmediato, hicimos un esfuerzo consciente por mantener la calma. Trabajamos juntos para asegurarnos de que Isabella estuviera protegida y bien, y nuestras interacciones se volvieron más profesionales y menos cargadas de resentimiento. Sin embargo, sabíamos que la tregua no era una solución mágica. La herida aún estaba allí, y las emociones seguían a flor de piel.
A pesar de esto, la tregua nos permitió centrarnos en lo que realmente importaba: nuestra relación con Isabella y la estabilidad de nuestros negocios. Aunque las emociones seguían siendo intensas, al menos teníamos un marco para trabajar, un acuerdo tácito de que, a pesar de nuestras diferencias, estábamos dispuestos a colaborar y a mantener la calma por el bien de nuestra relación y de nuestros intereses compartidos.
La tregua no resolvía todos los problemas, pero era un comienzo. Un comienzo que nos daría la oportunidad de trabajar en la reconstrucción de la confianza y la armonía que habíamos perdido. Y con ese primer paso, esperábamos poder encontrar una forma de superar las tensiones y fortalecer la relación que compartíamos, con Isabella en el corazón de todo.
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Entre Dos Mundos
RomanceLa historia sigue a Isabella Rinaldi, una mujer de gran belleza e inteligencia que se ve atrapada en el turbulento mundo de dos poderosos líderes mafiosos: Giovanni Marchetti, jefe de la mafia italiana, y Dimitri Volkov, líder de la mafia rusa. En u...