Parte IV

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Una promesa, no bastaba, no en esa situación, no cuando entraba en labores de parto y Aegon no estaba junto a ella.


Rhaelyn se prometió a si misma, aguantar hasta que él estuviese en la fortaleza roja, ya que, según el calendario organizado, estaría de vuelta al día siguiente.
Pero aquella decisión, iba en contra de lo que el gran maestre y la partera, le expresaba.

Mientras pasaban las horas, el dolor se hacía cada vez más fuerte, más insoportable. Si bien no era su primer parto, el dolor que experimentaba en ese momento, no se comparaba con nada que hubiese sentido antes.
Rhaelyn sentía que se rompía desde adentro.


No paraba de caminar de un lado al otro, tanto para intentar controlar el dolor, como para mentalizarse que no daría a luz antes de que Aegon llegara a su lado.


Pero mientras más pasaba el tiempo, más fuerte eran los dolores. Los gritos de Rhaelyn resonaban por los pasillos del castillo.

Y es, había un problema… y era que el bebé no estaba en posición, estaba ligeramente de lado. Sería una labor difícil, en dónde tanto la vida del bebé como la suya, estaban en riesgo.
Pero ella estaba completamente convencida de esperar a Aegon.

Las horas de volvieron tortuosas, el dolor era insoportable, y la incertidumbre, aún mayor. Se había decidido enviar un cuervo a Aegon para que supiera la situación. Pero Rhaelyn decidió algo más radical, algo que a la vista de todos, era una completa locura. Pero las órdenes de Aegon habían sido claras; “todo lo que Rhaelyn dijera, sería ley”, así que debían cumplir. Pero ¿Qué había sido esto? Su descabellada idea, fue enviar a Sunfyre por Aegon, para que llegara lo más pronto posible.
Las posibilidades de que aquello saliera mal, eran enormes, pero eran órdenes que debían cumplir.

Pero, más allá de esto; nadie imaginaba que el verdadero caos estaba por estallar, pero fuera de aquellas paredes. La noche estaba entrada, la tensión era palpable en la habitación, la seguridad en esta, se había reforzado incluso antes de la partida de Aegon, todo por la seguridad de Rhaelyn, porque a pesar de haber pasado mucho tiempo, no podían dejar de un lado el hecho de que ella había escapado de Daemon, y él en cualquier momento podría hacer una locura.


Pero nadie esperaba que algo como eso, sucediera justo esa noche.
Afuera del castillo, un estallido sobresaltó a todos. Fuertes gritos y mucho alboroto le siguieron, al igual que sonidos de espadas y aquel sonido característico del fuego de dragón.
Los guardias corrían de un lado al otro; la prioridad era proteger a la familia real. Pero ¿Qué pasa cuando un miembro de la familia real es quien encabeza la emboscada?


Daemon se abrió paso por el castillo, sin importarle a quien se llevaba por el medio o no. Un verdadero baño de sangre se vivió en el pasillo que dirigía a los aposentos de Rhaelyn, en dónde al menos una decena de guardias, perecieron, pero el que más impacto causó, fue el de aquel que custodiaba la puerta, quién acabó decapitado.

El verdadero terror se respiró en aquella habitación, cuando Daemon hizo su entrada con su espada en mano, goteando sangre, mientras hacia a un lado la cabeza cercenada del guardia.


Su requerimiento era simple, solo quería llevarse a Rhaelyn y nada mas, era eso, y nadie más saldría herido.
Era una situación complicada, aterradora, más en el estado de la princesa. El miedo se podía sentir en toda la habitación, se podía oír en los sollozos de las doncellas o en las respiraciones nerviosas. La amenaza estaba latente y cualquier de ellos podría ser l siguiente si intervenían.
Fue ahí que Rhaelyn accedió a irse con él, tratando de proteger a las personas, llevándose consigo a la partera.


Era ir con el creciente dolor, en labor de parto, jaloneada por Daemon, cruzando aquél pasillo cubierto por cuerpos sin vida, y sangre por doquier. Sus pies descalzos, podían sentir como la sangre pasaba entre sus dedos al pisarla.


El llanto fue inevitable. Podía sentir el miedo de la partera, lo sentía en su llanto y en como la tomaba de la mano, de forma temblorosa. Pero a pesar de morir de miedo, intento calmarla, apretando su mano. Apretón que se fue mucho más allá, estaba teniendo una fuerte contracción, parecía que él bebé ahora sí iba a nacer.


Con visible molestia, Daemon se detuvo en el jardín, en dónde bajo amenaza, ordenó a la partera atender a Rhaelyn. Así, con el frio del aire libre, en la grama, sin ninguna ayuda, ni nada.


El momento era tenso, la escena era completamente desgarradora. Y a pesar de todo, el escuchar el llanto de su bebé nacido, dibujó un sonrisa en el rostro de Rhaelyn, y que se abrió mucho más, al escuchar que era una niña. Pero también fue una sonrisa que no duró mucho, ya que no tuvo siguiera oportunidad de tomar a su hija en brazos.


Daemon con su daga, cortó el cordón umbilical y le hizo levantarse con prisa, deteniéndose solo para dejar que expulsara la placenta. Y luego… simplemente se la llevó, apartándola completamente de su bebé recién nacida. Sin importarle el dolor que podría sentir, tanto físico o emocional.


Cuando Aegon llegó a King’s Landing, casi una hora más tarde; no solo en control cuerpos mutilados o calcinados, no solo encontró parte del castillo en ligera ruina. También se encontró con su pequeña recién nacida, pero no Rhaelyn.

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