Capítulo 5. Lucifer.

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Yoongi

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Yoongi.

No sé en qué lugar me encuentro o a dónde me dirijo, sencillamente no puedo conectar mi cuerpo con mi mente.

No puedo de dejar de pensar en esos recuerdos que Seokjin vio al tocarme, pero no pueden ser reales, es imposible porque jamás tuve ese tipo de relación con él.

Hace siglos tal vez tuvimos algunos encuentros y follamos una que otra vez. Sin embargo, nunca tuvimos esa intimidad que se mostraban en esos recuerdos.

Nuestro vínculo no fue más que por trabajos y algunos favores, algunas veces me ayudó a controlar mi sed y entre otras cosas.

Aparte de que hace tanto que no lo he visto, creo que la última vez fue a principios del siglo XX.

—Esto es una maldita mierda —siseo mirando a mi alrededor.

Respiro hondo al encontrarme rodeado de humanos, el exquisito olor de su sangre me hace querer solo agarrar a primero que se me cruce enfrente y beber hasta la última gota.

E irónicamente él, me enseñó a jugar con mis víctimas. Recuerdo bien sus palabras cuando me susurró que: "la sangre sabe mejor cuando está impregnada de miedo".

Camino fingiendo tranquilidad, fingiendo ser un humano más en este mundo repulsivo. Me muevo entre estas personas tontas que no tienen ni la menor idea de que entre ellos camina un monstruo.

Me toma un tiempo encontrar a mi presa perfecta, pero tengo que ser paciente para que valga la pena.

Un joven pelirrojo con un dulce aroma, piel lechosa que marca perfectamente sus venas azules listas para ser drenadas por mí.

Lo sigo con sigilo hasta que se adentra a un callejón solitario donde es el lugar preciso en donde lo tomaré.

Apresuro el paso y lo sorprendo por detrás, en un rápido movimiento mi mano se posa en su mandíbula para dejar al descubierto su cuello.

Entierro mis dientes haciendo que la sangre se desborde en mi paladar, no puedo evitar jadear en satisfacción cuando el delicioso líquido escarlata inunda cada uno de mis sentidos.

Siento al pelirrojo pelear contra mí para liberarse, pero solo puedo centrarme en beber toda su sangre mientras me aferro a su cuerpo como un poseso desesperado.

Mi pecho se infla con cada sorbo de lo que tanto necesito. Siento como el forcejeo del joven aminora con cada minuto y sé que debería parar, si no quiero matarlo, pero la verdad es que no me importa matarlo con tal de satisfacerme.

Hace décadas que perdí el control, dejó de importarme el detenerme cada que bebía de un humano, ahora ya no me importa asesinar esta especie a la que alguna vez pertenecí. Odio a los humanos más de lo que me odio a mí mismo.

The false prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora