Capítulo 8. Alas.

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Taehyung

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Taehyung.

Infierno.

Mis pasos retumban por todo el lugar mientras me adentro a mi castillo, los demonios a mi paso caen de rodillas ante el fuego abrazador que desprendo.

Visualizo las puertas cerradas del templo donde las sombras ya me sisean los nombres de quienes están ahí reunidos.

Los demonios que custodian no tardan en abrir las puertas para mí.

Mis ojos se pasean por todas las personas en el lugar, mi cabeza se ladea ante los dos hijos de puta que permanecen en el centro rodeados por todos los príncipes del infierno.

—¿Interrumpo? —mi voz sale en un gruñido que estremece a los príncipes.

—Mi rey —se apresura a decir el príncipe Belcebú.

Después de este los demás se ponen de pie para reverenciarse frente a mí, pero los ignoro poniendo mis ojos en Belial y Lilith.

El primero mirándome con desprecio y la otra con la mirada en el suelo.

—¿Cómo se enteró de esta reunión? —sisea Belial su mirada de acusación se pasea por los otros príncipes.

Suelto una carcajada.

—¿En serio es tan ingenuo, Namjoon? —enarco una ceja mientras uso aquel nombre que en los últimos siglos ha comenzado a odiar—. ¿Crees que puedes ocultarme algo a mi? Yo que soy el rey del infierno, tú señor.

Su mandíbula se tensa y aprieta las manos cubiertas por guantes de cuero.

—Últimamente pasa más tiempo allá arriba que aquí, tal vez es hora de que el infierno cambie de rey —espeta.

Aprieto los labios reteniendo mi risa y niego.

—¿Cambiar de rey? ¿Qué rey crees que es digno? —su silencio inunda el lugar—. ¿Tú? ¿Un príncipe caprichoso que ni quiera ha vivido un milenio?

—Soy mejor que usted —gruñe enojado.

Sonrío, miro hacia los otros príncipes, camino frente a sus posiciones haciendo que estos se pongan tensos.

—¿Están de acuerdo con el pequeño príncipe Belial?

—Mi señor, no tenía idea de los planes del menor de los príncipes —responde Asmodeo.

—Nunca haríamos algo para ofenderlo —agrega Belcebú.

—La traición es algo que jamás se cruzaría por nuestra mente, mi señor —asegura Mammon.

Asiento lentamente hasta llegar frente a Leviatán, este mira un punto fijo sin realmente atreverse a mirarme a los ojos.

—¿Y tú? ¿Sabías lo que tú hijo estaba planeando?

The false prophecy.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora