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Llegó el día de Rin volver al trabajo, esto la llenaba de sentimientos encontrados, le gustaba su trabajo, más al ser junto a Sesshomaru pero el acoso de sus compañeras no le gustaba en lo absoluto.

Al bajar del auto su paso fue lento y Sesshomaru notó su mirada baja y sus dudas por lo que tomó su mano dándole ánimos. Así entraron, ante la mirada de todos, ella se sonrojó pero él no la soltó hasta llegar a su escritorio.

—No te sobre exijas, te pondré al día ya luego tomarás el ritmo, al seguirnos la pista desde casa no te costará mucho—y sin más la besó frente a todos antes de seguir su camino.

Rin miró a los lados notando la mirada de todos sobre ella, unos sorprendidos, otros molestos, otros cuchicheaban entre ellos, rápidamente se sentó e intentó concentrarse en su trabajo.

A media mañana Sesshomaru fue hasta el escritorio de ella para ayudarla y aclararle dudas pero su mente se ponía en blanco cuando él junto a ella se inclinaba para detallar su trabajo robando su espacio personal. El aroma de su perfume y de su aliento mentolado la llevaba a cada una de sus entregas, cuando él apoyaba su mano sobre su hombro y movía su dedo pulgar ligeramente apretando un corrientazo la atravesaba, definitivamente trabajar con Sesshomaru ahora sería totalmente diferente y debía acostumbrarse, debía concentrarse.

—Señor Sesshomaru—él frunció el ceño al oírla llamarlo así—¿para usted no le es fácil trabajar así?—dijo en voz baja.

—¿A que te refieres Rin?

—Pues…—se mordió el labio y bajo aún más la voz—tenerlo tan cerca me provoca cosas que no debería en el trabajo.

—Ya veo, disculpa si te hice sentir incómoda—se endereza y retira su mano—¿Quieres que ponga distancia en el trabajo?

—No—dijo ruborizándose—supongo que es cosa de acostumbrarme.

—Si, a mi me ha llevado todo este tiempo conociéndonos, tal vez por eso me sea menos dificil—tomó una silla y se sentó dándole su espacio—es mi turno de llenar tu mente de trabajo para alejar un poco esos pensamientos—sonrió ligeramente—ya en la noche podrías descargar tanta frustración—ella se sonrojó de solo imaginar lo que podrían hacer esa noche y él carraspeó—trabajo Rin, no hagas que los dos terminemos desconcentrados.

—Lo… lo  siento—tomó una carpeta intentando leer sobre los requerimientos nuevos del cliente.

Cerca de medio día Sesshomaru tuvo que retirarse a una reunión con Naraku, otros socios y unos clientes extranjeros dejando a Rin a merced de aquellos lobos disfrazados de mujeres.

—Vaya, vaya, miren nada más lo lejos que vas trepando con el jefe—le dice con rencor una mujer rubia con un traje tan apretado que parecía que sus pechos romperían el prime botón que los contenía.

—¿Como es posible que una mujercita como tú tenga a sus pies al hombre más sexy de la ciudad? No eres nada atractiva como nosotras—dijo una pelirroja que llevaba tanto lápiz labial rojo como una de esas caricaturas despampanantes de América.

—Alejate de él o te la verás con nosotras, ya te lo hemos advertido—una pelinegro golpeó su escritorio pero esto llamó la atención de Rin que miró con curiosidad la mano de la chica estampada en la madera, aquel golpe no le produjo miedo como en otra ocasión le pudo haber causado, antes hubiera temblado aterrada pero ahora no. Alzó la mirada para ver a cada una de las mujeres, eran seis, seis mujeres furiosas de su relación con Sesshomaru.

—Deberías renunciar e irte, sería más fácil—le aconseja la pelirroja.

Ante esto Rin solo suspira.

Sólo MíasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora