𝐈.𝐈𝐈

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chapter two. જ ❝hombres daneses

 જ ❝hombres daneses❞

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Cabalgando durante un largo tiempo en compañía del profetizado rey de Cumbraland, Guthred. Y, Aethelwynn se dio cuenta de que el hombre era más común de lo que ningún otro danes conocido lo era, incluso para un futuro rey.

El primero en acercarse a la ciudad con la agradable noticia fue el hermano Trew, el resto continuaba a paso lento sin tener la desesperación que el otro hombre poseía con llegar lo antes posible. Sin embargo, Hild se reía por lo obvia que era Aethelwynn por su maravilla por el paisaje, se notaba a leguas que la pelirroja nunca salía de Winchester.

—Alfred debería dejar que visites iglesias, al menos saldrías.

La pelirroja le sonrió a la abadesa, al parecer estaba siendo demasiado obvia con su asombro.

—Mi madre es la que teme por mí. Tal vez si supiera que a donde voy estaré bastante protegida, podré salir.

—Supongo que quiere mantener tu pureza, tu inocencia por bastante tiempo.

—Me comprometerán en cualquier momento de mi vida. No siempre estará conmigo — Hild la vio regalarle una sonrisa diminuta, fingiendo alegría con ayudar a su padre a unir las tierras.

Por más que la abadesa pudiera cuestionarse respecto a ello, el alboroto de la gente en Cumbraland se hizo presente al segundo de que se acercaban poco a poco. Las personas de la ciudad veían con adoración a Uhtred, teniendo la idea de que, el Asesino de daneses, era su futuro rey.

Un padre vistiendo las típicas túnicas de monje se acercó a ellos, parecía más viejo que Beocca, su vista clavada en la silueta de Uhtred.

—Lord rey. Lord rey, soy el abad Eadred.

—Abad, no... — Trew fue interrumpido.

Hild y Aethelwynn soltaban pequeñas risas en un tono bajo, ganando la princesa una mirada de reprimenda por parte del padre Beocca y ella le sonrió con inocencia, mientras que Halig dejaba que su carcajada sonora frente a todos. Uhtred solo se divertía por la situación. Guthred mantenía su rostro oculto por el gorro de su capa.

—Soy yo a quien el bendito San Cutberto se le apareció en un sueño, un glorioso sueño.

—Le contaré a Aethelflaed sobre esto — murmuró Aethelwynn, en dirección a Hild.

El hermano Trew lo intentó una vez más.

—Abad, por favor...

—Me mostró su rostro y lo llamó rey.

Todos, excepto Beocca, soltaron las carcajadas que ansiaban salir desde la entrada a la ciudad. La cabeza de la pelirroja negó al darse cuenta que el hombre no tenía idea de la apariencia de su soñado rey.

𝐒𝐈𝐍𝐍𝐄𝐑 | Sihtric KjartanssonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora