Capitulo 7. "A merced del enemigo"

11 2 0
                                    

Kelly

Después de una semana intentando dejar fluir mi vida, siento que todo está bien. Estoy en casa de Grace, donde también vive Gregory, ayudándola a probarse unos vestidos. Ella es hermosa, con esos ojos café que siempre la han hecho destacar. Ahora lleva un vestido ajustado que le queda perfecto.

—¡No sé qué se usa para cenar con los suegros! —exclama, nerviosa por la cena que tendrá esa noche con los padres de Gregory, donde discutirán su mudanza.

—Tranquila, Greg te adora y sus papás también. Todo irá bien —le digo, tratando de tranquilizarla.

—Eso dices porque no tienes que enfrentarte a ellos —dice con una sonrisa nerviosa mientras ajusta el collar en su cuello.

Después de probar varios vestidos, encuentra el ideal: un beige ajustado, no demasiado corto, pero lo suficiente para dejar sus rodillas al descubierto. Tiene detalles bordados en las mangas que hacen que su cuello resalte, sobre todo con el delicado collar que ha elegido.

—¡Este es! —exclama emocionada—. ¿Cómo me veo?

—Espectacular, como siempre —respondo sinceramente—. Les vas a dejar boquiabiertos.

Me despido para que pueda terminar de arreglarse y le deseo suerte. Mientras camino a casa —claro, porque no tengo auto—, una figura familiar aparece a lo lejos. No lo he visto muchas veces, pero mi mente lo recuerda con claridad.

Lo veo cruzar la calle y, sin pensarlo, comienzo a seguirlo. Cualquiera le tendría miedo: es alto, con hombros anchos, y podría parecer alguien de quien desconfiar. Pero yo no lo veo así.
Sé que tiene un punto débil, uno que estoy dispuesta a encontrar. Viste una sudadera negra con la capucha caída, el viento despeina su cabello y lleva unos pantalones azul oscuro con zapatillas deportivas.

De repente, se desvía hacia un callejón oscuro, y lo sigo. Pero en un instante, desaparece. ¿A dónde se ha ido? Me detengo, y justo cuando voy a dar un paso más, siento que me empujan contra una pared con tanta fuerza que un dolor agudo me atraviesa la espalda.

—¿Qué crees que estás haciendo? —su voz suena peligrosa mientras me mantiene contra la pared, su mano tapando mi boca.

Levanto la mirada y ahí está él. Su mirada desafiante me atraviesa, y el mundo parece detenerse mientras lo observo. Sus pestañas no son muy largas, tiene cejas gruesas y su piel parece impecable, salvo por el sudor que le cae por la frente. Y entonces, enfrento sus ojos: una mezcla hipnotizante de celeste y gris.

—Te haré una pregunta, Kelly, y espero que respondas con sinceridad —dice mientras baja la mano lentamente de mi boca a mi cuello—. ¿Por qué me has seguido?

Intento hablar, pero la presión en mi cuello me lo dificulta. Finalmente, logro decir:

—No te seguía…

—¿No? —interrumpe, con una sonrisa burlona—. No mientas. Sabes que lo hiciste.

—Vale, sí… te seguí, pero no por las razones que crees —admito, tratando de sonar segura.

—¿Y qué razones serían esas? —pregunta, inclinándose peligrosamente cerca de mi oído, su aliento rozando mi piel.

—Simplemente me pareciste familiar. Quería ver si eras quien pensaba —miento de nuevo, intentando que mi voz no tiemble.

Él suelta una risa baja, casi cruel.

—¿Familiar? —repite, con sarcasmo en su tono—. Qué excusa tan patética.

—¿Qué quieres que te diga? —le desafío, alzando la barbilla—. No te seguí porque esté obsesionada contigo, si eso es lo que piensas.

—¿Obsesionada? —dice, arqueando una ceja—. No sería la primera vez que alguien lo está.

Su arrogancia me enfurece, pero debo mantener la calma. Si juego bien mis cartas, quizás obtenga lo que busco.

—Escúchame, Smith —digo, intentando sonar más firme—. Si realmente quisiera algo contigo, ¿crees que estaría aquí en un callejón oscuro siguiéndote? Hay maneras más fáciles de conseguir tu atención.

Él me estudia en silencio por unos segundos, su mirada bajando de mis ojos a mis labios. Algo cambia en su expresión, y sé que he tocado un punto delicado.

—¿Y entonces? ¿Por qué me seguiste? —pregunta, su tono ya no tan desafiante, pero sí curioso.

Decido arriesgarme.

—Porque quería saber quién eres en realidad —susurro—. Y ahora lo sé.

Él se tensa, pero no dice nada. Solo me mira, confundido por mis palabras. Aprovecho su desconcierto para acercarme un poco más, nuestras respiraciones entrelazadas.

—No sabes lo que estás haciendo, Kelly —su voz se vuelve grave de nuevo, pero no retrocede.

—Sí lo sé —respondo con seguridad.

Y lo que sucede después me toma por sorpresa. Cuando estoy a punto de besarlo, sus manos se posan con fuerza en mis caderas, empujándome contra la pared. Su otra mano se enreda en mi cabello, y finalmente, me besa.

Sus labios son suaves, exactamente como imaginé que serían. Esto no estaba en mis planes; quería encontrar su punto débil. Pero, ¿qué pasaría si no lo busco? ¿Qué pasaría si lo creo? ¿Qué pasaría si me convierto en su punto débil?

Nos seguimos besando, y cuando se separa, su respiración está entrecortada. Ninguno de los dos sabe qué decir.

Tengo que romper el silencio, que no sospeche.

—No decepcionas, Smith —digo, y para despedirme, le doy un último beso antes de salir del callejón.

---

Buscando las piezas de mi rompecabezas (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora