La pesadez de la fatiga me envuelve, luchando contra el peso de mis párpados que desean cerrarse. Las risas estridentes de mis tíos aún retumban en mi cabeza, era un recordatorio de la noche tan cansada que había tenido.
— Yuki, ¿estas bien? — Sara me pregunta al ver que estoy recostada en mi banco, completamente agotada. No pude dormir mucho anoche porque mis tíos se quedaron hasta la una de la madrugada, y sus risas escandalosas no me dejaron descansar.
— Un poco, mis tías y primos no dejaban de molestar anoche, no pude dormir, por eso — dije mientras me reincorporaba, sintiendo el peso del cansancio en cada movimiento.
— Mira, en la máquina expendedora se cayeron dos chocolates¿Quieres uno?— Sara, me entiende unos chocolates con galletas.
— Sí, gracias — murmuro con voz ronca, aceptando el chocolate que Sara me extiende. Al morderlo, el sabor intenso del cacao se funde con las galletas Oreo, estaba tan delicioso que me hizo sentir mejor.
— ¿Qué te parece si vamos a comer un helado después de clases?. Tengo muchas cosas que contarte — sugiere Sara. Mis ojos se encuentran con los suyos, y una sonrisa se dibuja en mi rostro.
—Me encantaría — respondo, sintiendo una chispa de energía renovada. — tengo que ir al baño.
— Está bien, ¿te acompaño?.
— No, iré sola, tú descansa — y sin más que decir, salgo del salón para dirigirme al baño.
Ya que era hora del recreo, aún había personas en el pasillo, por lo que creo que tendré que esperar ya que siempre había una fila larga de personas para poder ir al baño.
Al llegar, noto a un grupo de chicas que se están maquillando. Sin prestarles demasiada atención, reviso mi teléfono, desconectada de lo que ocurre a mi alrededor. Todos los baños están ocupados, así que no tengo más opción que esperar a que algunas termine de fumar o, al menos, que de verdad esté usando el baño.
— Chicas, creo que he engordado. Miren mis mejillas, están hinchadas — comenta una de ellas mientras se observa en el espejo y toca su vientre con gesto de disgusto.
— No me digas, Rebecca. Yo también he subido de peso. Mira estos rollitos en mi espalda. Ayer mi novio los notó y se molestó conmigo — añade la castaña.
Ruedo los ojos, restando importancia a sus quejas. Ellas, lamentándose por un poco de grasa.
Ojalá yo tuviera ese cuerpo.
Ese tipo de delgadez.
La que mi madre espera que yo alcance.
Mientras sigo revisando mi teléfono, escucho cómo las chicas continúan quejándose mientrassiguen maquillándose. De repente, una de ellas se queda en silencio y noto que, a través del reflejo, sus ojos se desvían hacia mí, de inmediato bajo mi mirada a mi telefono de nuevo. Pero aún así puedo sentir que las demás siguen su mirada y pronto todas están observándome, aunque tratan de disimularlo.
El aire en el baño se siente más denso. Sus murmullos se vuelven más bajos, pero aún lo suficientemente audibles para que pueda escuchar.
— Creo que necesitamos empezar una dieta en serio — dice la que yo creo que se llamaba Rebecca, ella lanza una mirada rápida hacia mí y luego vuelve a enfocarse en el espejo. — No quiero terminar como... ya saben.
— Totalmente, imagínate... — responde la castaña, susurrando lo suficiente para que sus palabras me alcancen. — Así nunca podríamos usar la ropa que nos gusta.
Otra de las chicas se ríe suavemente, cubriéndose la boca, mientras todas mantienen los ojos en el espejo, aún maquillándose.
Siento un nudo en el estómago, pero no levanto la vista. Pretendo seguir interesada en mi teléfono, ignorando sus palabras.
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La Triste Melodia De Yuki
Novela JuvenilMi corazón ya no late por sí solo; ahora se acelera y desacelera al compás de las opiniones de los demás, como si mi propia esencia dependiera de ellas. Y cuando menos lo pensé, perdí lo que no sabía que podía perderse...