Pastel

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El comedor del dormitorio de los estudiantes de la U.A. estaba más vacío de lo habitual. La mayoría había salido a entrenar o a hacer tareas, dejando el lugar en un inusual silencio. Izuku se encontraba en la cocina, rodeado de ingredientes mientras intentaba preparar algo especial para todos. Había decidido hacer un pastel para celebrar el fin de la última ronda de exámenes, pero ahora que estaba frente a todos los utensilios, comenzaba a dudar de su decisión.

—¿Qué estás haciendo, nerd? —La voz de Katsuki rompió el silencio, haciéndolo saltar y casi derramar el bol de harina que sostenía.

Izuku se giró, con el corazón latiendo rápido. Katsuki estaba allí, en la puerta de la cocina, con los brazos cruzados y una expresión que, para cualquiera más, parecería molesta, pero que Izuku ya conocía como su versión curiosa.

—Ah, eh, estoy intentando hacer un pastel —respondió Izuku, frotándose nerviosamente la nuca—. Pensé que todos querrían algo dulce después de los exámenes.

Katsuki levantó una ceja, acercándose con las manos en los bolsillos.

—¿Y desde cuándo sabes cocinar? —preguntó, mirando el desastre de ingredientes sobre la mesa—. Esto parece más un campo de batalla que una cocina.

Izuku se sonrojó, sonriendo nervioso.

—No soy muy bueno, pero quiero intentarlo. Es para todos. Y… bueno, pensé que sería agradable hacer algo juntos, ¿no?

Katsuki bufó, pero Izuku pudo notar una pequeña sonrisa formarse en sus labios.

—Si sigues así, los matarás con tus habilidades culinarias. —Sin embargo, en lugar de irse, Katsuki se quitó la chaqueta y la dejó sobre una silla cercana—. Muévete, te mostraré cómo se hace.

Izuku parpadeó, sorprendido, pero no tuvo tiempo de responder antes de que Katsuki se pusiera manos a la obra. Comenzó a organizar los ingredientes, limpiando el desastre y dándole instrucciones rápidas a Izuku sobre qué hacer. Aunque era un proceso caótico, había algo casi armonioso en cómo trabajaban juntos.

—Me sorprende que sepas cocinar tan bien, Kacchan —comentó Izuku mientras mezclaba los ingredientes bajo la atenta mirada de Katsuki.

—Mi madre me enseñó. No iba a dejar que creciera siendo un inútil —respondió Katsuki con una sonrisa arrogante, pero había un leve tono de orgullo en su voz—. Además, alguien tiene que asegurarse de que no te mates envenenando a todos.

Izuku rió suavemente. Trabajar juntos, en ese pequeño espacio, se sentía sorprendentemente natural. La cercanía, las risas, y la ocasional burla de Katsuki creaban una atmósfera relajada. Pero Izuku no podía evitar sentir un leve nerviosismo, como si hubiera algo más en el aire que no podía ignorar.

Cuando finalmente metieron el pastel en el horno, Izuku se dejó caer en una silla, limpiándose la frente con el dorso de la mano.

—Gracias por ayudarme, Kacchan. No habría podido hacerlo sin ti.

Katsuki se apoyó en la encimera, mirando a Izuku con los brazos cruzados.

—Obvio que no. Pero, dime algo, ¿por qué hacer todo esto? —preguntó, su tono más suave, casi curioso—. No me digas que solo es por los exámenes.

Izuku bajó la mirada a sus manos, jugando con un paño de cocina.

—Bueno, quería hacer algo especial. No solo para todos, sino… —se detuvo, sintiendo el calor en sus mejillas—. Para ti también.

El silencio se extendió entre ellos, interrumpido solo por el suave zumbido del horno. Katsuki lo observó con atención, sus ojos rojos fijos en Izuku, como si intentara descifrar cada una de sus palabras.

—¿Para mí? —repitió Katsuki, su voz baja.

Izuku asintió, levantando la vista con timidez.

—Sí, porque… a pesar de todo, siempre estás ahí para mí. Aunque te enojes y grites, siempre me apoyas y… me ayudas a ser mejor. —Su voz tembló un poco, pero continuó—. Y quería agradecerte por eso.

Katsuki lo miró fijamente, y por un momento, Izuku pensó que había cometido un error. Pero entonces, Katsuki suspiró, pasando una mano por su cabello.

—Eres un tonto, Deku. —Dio un paso hacia adelante, acortando la distancia entre ellos—. No necesito que hagas un pastel para saberlo.

Izuku sintió que su corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de su pecho. No podía apartar la mirada de Katsuki, que ahora estaba tan cerca que podía sentir su presencia envolviéndolo.

—Pero te lo agradezco —continuó Katsuki, su voz más baja, casi como un susurro—. Y, para que quede claro… también te apoyo porque quiero verte bien, porque... —su voz vaciló, como si esas palabras fueran difíciles de sacar—. Porque me importas más de lo que debería.

Izuku abrió los ojos, sorprendido. El aire parecía haberse vuelto más denso, cargado de algo que no se atrevía a nombrar. Sus respiraciones eran lo único que rompía el silencio. Izuku se armó de valor, dio un pequeño paso hacia Katsuki, acortando aún más la distancia.

—Kacchan… —comenzó, sintiendo que todo lo que había querido decir durante tanto tiempo se amontonaba en su garganta—. Yo…

Pero antes de que pudiera terminar, un sonido agudo los interrumpió. El temporizador del horno sonó, señalando que el pastel estaba listo. Ambos saltaron, retrocediendo un poco y mirando hacia el horno.

Katsuki se rió, una risa baja y genuina que hizo que el corazón de Izuku se derritiera.

—Vamos a sacar esa cosa antes de que se queme —dijo, dándole un suave empujón en el hombro.

Izuku asintió, todavía sintiendo el calor en sus mejillas, pero con una sonrisa en los labios. Sacaron el pastel del horno juntos, trabajando en un silencio cómodo, sus manos rozándose de vez en cuando de manera accidental, pero nadie se apartaba.

Aunque las palabras que no habían podido decir aún flotaban en el aire, Izuku supo que había dado un paso importante. Quizá no fue una confesión perfecta, pero era un comienzo. Y, por ahora, eso era suficiente.

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