—Gateguard, iré con Hakurei a la taberna, ¿vienes? —invitó Sage, otra vez, en esta semana.
—No, gracias. Ya he comido —respondió irritado, con la espalda apoyada en uno de los pilares que adornaban la salida de Aries.
—Sé que mientes. Vamos, la cerveza es buena, y tal vez beber un poco te relaje.
¿Cuántas veces ya había rechazado a Sage y su invitación?
¿No iba a dejarlo en paz nunca?
—Sólo una y me iré —accedió sabiendo que si no iba y le daba el gusto hoy, mañana sería el mismo cuento... y no estaba de humor.
—Ya verás que te gustará —le sonrió el santo de cáncer.
En el camino se encontraron a Hakurei.
Verse a los ojos desde su discusión privada sobre el rechazo de Hakurei hacia la armadura de cáncer, ya no era tan sencillo. Aunque el santo de plata trataba por todos sus medios, mantener una amistad cómoda con Gateguard, el santo de aries no podía mirarlo y dejar de considerarlo un perfecto estúpido por su estúpida decisión.
¿Qué caso tenía esforzarse tanto y no recibir las recompensas de ello?
Gateguard, durante mucho tiempo, quiso tomar a Hakurei del cuello y exprimirlo hasta que reconociese que había sido un completo idiota, sin embargo... se supone que después de, más de un año, ese asunto debería estar cerrado, ¿no?
—Al fin te dejas ver —sonrió Hakurei, haciendo uso de su envidiable temple, para no quejarse por la mala energía que traía Gateguard consigo.
—Ajá —masculló desviando la mirada.
—Vamos, no seas tan quejumbroso —señaló Hakurei sin enfadarse o incomodarse—, tenemos un poco de tiempo libre para beber algo fuera del Santuario, hay un perfecto clima... y mira esa actitud.
—Déjame en paz.
Hakurei alzó los hombros, rindiéndose por el momento.
—¿Y qué dicen los santos de plata? —preguntó Sage a su hermano.
—Lo de siempre: creen que las vidas de los santos dorados están resultas, y que los santos de bronce no valen para nada —Hakurei rodó los ojos—. Al principio pensé que estaban bromeando... de mal gusto, por cierto. Pero me he dado cuenta de que realmente piensan así, al menos, la mayoría de ellos.
—¿Y ninguno de ellos te odia? —preguntó Sage, sonriendo burlón.
—Todos los días —dijo riendo—, pero si no escucho a Gateguard, ¿cómo creen que voy a tomarme en serio algo de lo que digan?
Gateguard lo miró con seriedad.
—Sabes que es verdad, no te ofendas —le dijo Hakurei.
Los gemelos siguieron hablando de banalidades entre ellos hasta que por fin llegaron a ese dichoso sitio. Pequeño, lleno de gente (la mayoría hombres) y con un menú corto.
—Odio este sitio —masculló entre dientes, siguiendo a los hermanos hasta una mesa con ventana. Ellos se sentaron juntos mientras Gateguard aprovechaba la ventana para mirar afuera y fingir distraerse con la calle solitaria.
—Sólo has venido una vez, ¿de qué hablas? —se rio Sage.
—¿Ha venido ya una vez? —preguntó Hakurei a modo de juego—, ¿cuándo? ¿Por qué no me invitaron?
—No te lo tomes personal, hermano. No es muy diferente ahora, ¿ves esa cara? Es la misma que traía esa noche.
A punto de decirle a Sage que cerrase el maldito hocico, Gateguard fue silenciado por una voz que lastimó sus oídos.
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Luna Roja | 🔞
Romance『Gateguard x Luciana』¿Cuál sería la razón por el cual el santo dorado, Gateguard de Aries, se obligó a sí mismo a pedirle a una mujer que no podría interesarle menos, de forma personal, que durmiese con él? Quizás, la razón iba más allá de su propio...