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Se centró en su propósito.

—Quiero hablar contigo —dijo serio—, pero no aquí.

—Tenemos un problema porque yo sí quiero que sea aquí —abrió la puerta de un empujón. Su voz era agresiva y defensiva al mismo tiempo—. Entra o vete.

Sin pedirle permiso ni nada, ella entró a su casa como si estuviese hablándole a un tipo cualquiera, ¿acaso estaba loca? Es decir, con cualquier mequetrefe de la taberna se mostraba dulce, coqueta y fácil de tratar, ¿pero con él era una vulgar arrogante?

¿Qué diablos?

"¿Viniste a juzgarla o a rogarle?".

Rogar era una palabra demasiado fuerte.

Sin embargo, iba a tener que ceder... sólo un poco, a cualquier exigencia fuera de lugar que ella pueda hacerle.

Gateguard inhaló profundo, siguiéndola adentro de esa casa que él... ya conocía; pero era la primera vez que era invitado a entrar. Por mera educación, cerró la puerta.

Diablos, ¿acaso esta mujer tonta no pensaba? ¿Qué pasaría si alguno de sus vecinos la veía entrando con él a su casa? ¿Estaría acostumbrada a traer hombres? Porque sólo eso explicaría que fuese tan desvergonzada al hacer tal cosa. Mira que él no quería que nadie pensase que esa mujer era su prostituta, y era precisamente ella quien se ponía sola en el ojo del huracán.

Bien, que haga lo que le dé la gana.

Para más insolencia, ella no le dio la cara cuando retomó la palabra.

—Dime rápido lo que quieres. No tengo tu tiempo.

¿Qué?

A ver, a ver.

"Ni se te ocurra replicar".

Aguantándose las ganas de siquiera seguir pensando en lo mucho que le irritaba esa actitud, más viniendo de una mujer capaz de ofrecer dos caras muy distintas, dependiendo de a quién le hablaba, Gateguard la vio caminando hacia un librero, de ahí, ella extrajo uno libro, abriéndolo como si de pronto estuviese sola e hiciese eso todos los días.

«Dudo que sepas leer, deja eso y demuestra algo de educación, maldita sea» quiso decir, pero lo aferró a sus pensamientos.

Sin dejar de verla, de tratar de analizar su comportamiento, Gateguard la siguió con los ojos hasta una silla, donde ella se sentó, entretenida con el libro.

«O lees muy lento, o no sabes ni siquiera qué tomaste» pensó notando que, más que ignorarlo, estaba usando ese objeto para imponer una barrera entre ambos.

Él iba a dejar salir su duda, con respecto lo ocurrido sobre anoche, pero ella se le adelantó; cerró el libro y lo miró seria.

No.

Esa no era seriedad.

Era furia. Era desagrado. Era fastidio e indignación en su más puro esplendor.

Oh no.

—Corrígeme si me equivoco —incluso su voz tomó un matiz casi venenoso; frío; algo que Gateguard casi podría admirar de no ser porque todo aquello era dirigido hacia él—, ¿viniste para...? ¿Seguirte burlando de mí? Porque... créeme, no estoy de humor para eso ahora.

¿Para seguir burlándose?

¿A qué diablos se refería ahora?

—¿Burlarme? —preguntó confundido. ¿En qué parte él se había burlado de ella? ¿Lo había hecho? No lo recordaba.

Luna Roja | 🔞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora