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Heeseung sabía que todo había terminado y no había más remedio

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Heeseung sabía que todo había terminado y no había más remedio.

Aquella señora iba con el último envase grande de helado de galleta y no sabía cómo legar a casa sin que Sunghoon se enojara por no poderle cumplir su capricho. Y es que había recorrido los diversos supermercados y para su suerte ninguno disponía ya de tal sabor de helado que su esposo le estaba pidiendo desde primera hora del día.

Los antojos a causa del embarazo lograban sacarlo de quicio en ocasiones, y es que así como a veces Sunghoon se ponía demasiado cariñoso y pidiendo mimos de su parte, también lograba sacar su lado agresivo si no obtenía lo que tanto alegaba que el bebé necesitaba. Sus antojos al principio habían sido ligeros y normales, nada extravagante, pero conforme los días pasaban y sus deseos crecían, las raras combinaciones que le pedía eran, en ocasiones, grotescas para su gusto.

Salió del supermercado totalmente desconcertado por la situación. Sabía lo que se venía y era a un Sunghoon llorando por no poder comer de su helado de galleta pero, ¿podrían culpar a Heeseung por no poder conseguirlo? Esa señora alegaba que
lo vió primero y había empujado su carrito del supermercado para detenerlo a sacar el envase antes de que ella llegara, y si fuera poco hizo una escena frente a todos alegando su disconformidad. Lo dejó pasar, Heeseung tenía gran paciencia aunque en esos últimos días no lo pareciera.

Condujo hasta la casa donde Sunghoon y Taesan estarían esperando por su regreso; aunque cuando estacionó, se sorprendió de un nuevo automóvil frente a la propiedad y trató de adivinar de quién se trataba. Aparcó y salió con una mirada decaída, su
búsqueda había fracasado y tenía que hacerle frente ahora a las consecuencias, deseando que cualquier deidad se pueda apiadar de lo que le avecinaba.

— Cariño, ya llegué. — Gritó al cerrar la puerta detrás suyo y se quitó la chaqueta, colocándola en el perchero.

Caminó hasta la sala cuando escuchó unas risas y se sorprendió de ver a su esposo con un gran envase del helado que tanto había buscado; Taesan se encontraba jugando en el suelo y su suegra estaba al otro extremo del sillón mientras cargaba una bolsita de regalo.

— ¡Amor, que bueno que llegaste! Mamá me trajo el helado, pero no alcancé a mandarte mensaje. — Hizo un leve puchero ante la falta de comunicación y Heeseung sonrió enternecido.

— Está bien, cariño. De hecho venía preocupado porque no encontré en ninguna parte. — Se acercó y besó su frente, para luego bajar y depositar un casto beso sobre sus labios.

— Por suerte en una tienda local en la residencia donde vivo lo venden, así que no dudé en comprarlo. — Mencionó la madre de Sunghoon y él sonrió agradecido.

— Me salvó de que su hijo se enojara conmigo. — Todos se rieron a excepción de Sunghoon, el cuál hizo un puchero.

—Solo estás dramatizando, yo no podría enojarme contigo.

⿻  𝐋ove 𝐍ever 𝐅elt 𝐒o 𝐆ood  𝇁𝇃𝇂  𝐇𝗲𝗲𝗵𝗼𝗼𝗻 ‹𝟹 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora