Despiadado, dulce, frio y con un extraño sentido del humor, así se definía él. Casimir no era un problema, pero si el principal detonante de uno mucho más oscuro.
Confiar en él sería un pecado, pero olvidarlo sería una sentencia. Ella lo sabía y no...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El canto de un alma errante.
Podría repetir una y otra vez la música en mis oídos. Tantas veces que repetí esa frase con él para que al final me traicionara.
Era una verdadera sorpresa el simple hecho de que hallan conservado mis audífonos y mi celular, creía que lo había perdido, sin embargo, era agridulce recordar que esa simple canción quedo a medías, sin terminar.
Reproducirla de nuevo no se sentía volver atrás. Me hacía sentir mejor, que puedo avanzar y dejar que las cosas tomaran un nuevo rumbo.
Uno en donde yo podría escribir y borrar a mi conveniencia.
El chirrido de las llantas me distrae, notando el maldito auto que podría valerme un riñón o más.
Había llegado el momento.
Mire a mis espaldas, la cárcel había sido mi hogar durante casi cuatro años. Uno en donde me obligaron a vivir por un crimen que no cometí.
Aprieto los puños. Lana del rey con sus notas de Young and beautiful me había despedido de mi vida normal y tranquila, pero hoy me veía nacer como un nuevo ser. Ya no era la misma y mentiría si dijera que no me gusta en lo que me convertí.
Y ahora quiero mi revancha.
Escuché como atentamente el cristal de la ventana bajo lentamente, no pude evitar poner los ojos en blanco, giré y me encontré con él.
—Las despedidas deberían ser difíciles, ¿Verdad?
Me quito los audífonos al mismo tiempo que la música termina. No había lágrimas, solo una sensación vacía de algo faltante en mí. ¿Qué era? No lo sabía, pero no me detendría a pensar en ello como antes.
Ya no.
—Si... deberían.
Subo al auto sin pensarlo, impactando mi cabeza con el asiento, relajándome como nunca.
—No te sientas culpable, la vida a partir de hoy aprenderá a respetarte.
Sonrió sin una pizca de humor.
—Eso sonó como de película.
—¿Romántico y atemorizante? —dudo, pero sabía que sonreía burlón.
— No, falso e imposible—digo observando como arquea una ceja y se acerca a milímetros de mi rostro.
Su respiración impacta en mis mejillas.
—Yo no digo mentiras.
No me inmuto.
—Solo manipulas y omites cosas para decir una verdad. Tu verdad. Nada de lo que se crea en un guion es cierto.
Me besa la mejilla con lentitud.
Un escalofrió me recorre, no uno bueno. Esa simple acción me recuerda que no debo tentarlo, que él es una persona de acciones dudosas.
—Mentiría si dijera que no me gusta que me lleves la contraria, lovka, pero tengo una reputación que cuidar.
Miro sus ojos. Fríos y distantes, disfrazados bajo una falsa amabilidad.
—Lo sé.
Me lo repito desde que nos conocimos. Recuerdo sin decir nada en voz alta.
Acababa de firmar mi sentencia de muerte.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.