5. Lo dejado atrás

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   La situación cambió de manera tan repentina que Ardath apenas dispuso de tiempo para pestañear. Alguien disparó al policía que tiraba de él y el sonido se repitió al mismo tiempo que los agentes gritaban y trataban de defenderse. Dejaron inconsciente a uno de los reencarnados e hirieron a otro, pero su número era menor y pronto fueron derrotados. Esto ocurrió gracias a uno de ellos, que sería visto como un traidor por La Ciudad; un aliado oculto de los que deseaban escapar.

   —Rápido, rápido, volved a la furgoneta. Ayudadme a meter a Kirian —dijo uno.

   Y como Ardath estaba a dos pasos de la furgoneta, volvió a entrar de un salto y miró afuera. Lo siguieron aquellos que habían compartido el vehículo con él, y vio también cómo cargaban al herido. Había recibido la bala en el estómago, pero permanecía tranquilo porque no temía en absoluto a la muerte.

   —Yo conduciré el coche de policía —dijo el agente traidor—. Tomad las armas de los muertos.

   Uno de los reencarnados lo ayudó a recoger las pistolas, tanto eléctricas como de balas, y las metieron en la furgoneta. Se dieron toda la prisa que pudieron, ya que sonaba otra sirena en la lejanía.

   —¡Preparaos para disparar si es necesario! —exclamó el conductor mientras arrancaba el vehículo.

   Se puso en marcha y así retomaron la huida, y también comenzó la persecución. El coche de policía de su aliado se mantuvo siempre delante, guiándolos, y ambos alcanzaron una gran velocidad. Así de raudos eran también los perseguidores, y los acosaban con altavoces y disparos de advertencia a los que Ardath y los demás reencarnados tuvieron que responder. Uno de ellos abrió unos centímetros la puerta que los protegía, y Ardath se asomó y vio a quienes los seguían. Disparó sin dudarlo al conductor más cercano, dañando el cristal que lo protegía y amedrentándolo, ya que a aquellas personas les aterraba la muerte. Eso provocó que el hombre diera un volantazo, chocando con el coche a su izquierda. Este se desplazó en la misma dirección, golpeando la fachada de un edificio con violencia mientras el otro luchaba por recuperar el control.

   Cerraron la puerta de la furgoneta, pues esta empezó a agitarse con la turbulenta huida. Las ruedas estaban hechas a prueba de balas, por lo que resistieron los ataques de otros policías a los que no pudieron disparar. Contraatacaron cuando les fue posible, usando solo las armas mortales, sosteniéndose con fuerza para no caerse dentro del vehículo o, peor aún, hacia el exterior. Otro de los reencarnados relevó a Ardath mientras este descansaba. Los demás habían detenido el sangrado del herido y trataban de sostenerlo para que no se moviera demasiado, pero era una tarea complicada por culpa del acoso al que la policía los tenía sometidos.

   Esto empeoró cuando llegaron los helicópteros con sus ojos delatores y aumentó el número de disparos. Los rescatadores trataban de despistar a los perseguidores, doblando esquinas y cambiando de dirección como les era posible. El policía que los guiaba hacía su tarea lo mejor que podía, pero la presión era grande y sus manos sudaban aferradas al volante. No había demasiado tráfico en aquel día, aunque los pocos automóviles que encontraba en su camino se apartaban con presteza, alarmando en ocasiones a los transeúntes que se quedaban mirando embobados, que grababan lo que sucedía con sus teléfonos.

   Las sirenas y los disparos sonaron durante casi una hora de tensión. Los vehículos derrapaban al tomar las curvas a tan altas velocidades, se golpeaban al descender pendientes sin aminorar la velocidad. Los de la policía frenaban o se estrellaban al recibir los disparos, pero ellos nunca atacaban para matar; les estaba prohibido hacerlo. Aun así, los reencarnados habrían sido acorralados si no hubieran planeado una ruta de escape a través de una zona en obras. Aquella área, una futura expansión de Greystong, se hallaba deshabitada ese día porque los obreros descansaban. Fue allí donde el coche de policía y la furgoneta se detuvieron, tras la fachada de un edificio y ante el agujero de una gran tubería incompleta.

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