Habían pasado años desde que la pasión por el dibujo se había desvanecido en mi vida, como un fuego que se apaga lentamente, dejando solo cenizas frías. El arte, que alguna vez fue mi refugio y alegría, se había convertido en una tarea monótona y sin alma. Pero todo cambió el día que conocí a Gabriel, un hombre cuyo talento natural despertó en mí algo que creí perdido para siempre.
El primer día del nuevo ciclo escolar llegué al campus con una mezcla de nervios y expectación. Deambulaba por los pasillos atestados, esperando encontrar a alguien conocido, hasta que mi mirada se posó en una figura familiar.
—¡Gabriel! —exclamé, acercándome con una sonrisa—. ¿Qué grupo te tocó?
—Hola, Alejandro. Estoy en el B1, ¿y tú? —respondió Gabriel, con su habitual calma.
—¡Qué coincidencia! Yo también. Vamos juntos entonces.
Mientras subíamos las escaleras, el pasillo se hacía cada vez más concurrido. Estudiantes con reglas T y carpetas enormes llenaban el espacio, creando un caos organizado.
—Esto está más lleno que una expo de arte gratis —bromeé, tratando de abrirme paso.
Gabriel rió suavemente.
—Definitivamente. —Señaló hacia un aula cercana—. Ese parece ser nuestro salón.
Finalmente, encontramos nuestro salón de Diseño Industrial. Al entrar, una ola de emoción me envolvió al ver los lienzos, materiales y herramientas que llenaban el espacio. Era como si una parte de mí se reavivara lentamente.
Durante las primeras semanas, observé a Gabriel trabajar con asombro. Sus dibujos eran seguros, llenos de vida, como si cada línea tuviera un propósito claro. Sentía un cosquilleo de envidia y admiración cada vez que veía cómo sus manos daban vida a las figuras humanas.
Un día, después de mucha deliberación interna, me armé de valor y me acerqué a él durante un receso.
—Oye, Gabriel, tus dibujos son increíbles. ¿Crees que podrías darme algunos consejos? Siento que estoy un poco oxidado —admití, tratando de sonar casual.
Gabriel me miró con una sonrisa tranquila y asintió.
—Claro, pero no esperes que sea fácil. El dibujo es una batalla constante entre lo que imaginas y lo que puedes plasmar en el papel.
En ese momento, una pequeña figura angelical apareció en mi hombro derecho. Era mi razón, sonriendo con alegría.
—¡Ánimo, Alejandro! Esta es tu oportunidad de aprender y mejorar. ¡Dale con todo!
Pero en mi hombro izquierdo, un pequeño demonio, mi orgullo, se manifestó con una mueca de desdén.
—¿Aprender de él? ¡Tú ya eres bueno! No necesitas su ayuda. Solo demuéstrale lo que ya sabes y déjalo atrás.
Ignoré al demonio y sonreí, decidido a enfocarme en el consejo de Gabriel.
—Estoy listo para la batalla —le respondí con más confianza de la que realmente sentía.
Gabriel rió suavemente y me indicó que sacara mi cuaderno. Comenzamos con lo básico: proporciones, líneas de acción, anatomía simple. Mis primeros intentos fueron, siendo amables, desastrosos. Las figuras se veían torcidas y desproporcionadas, pero cada trazo me llenaba de una satisfacción que había olvidado que existía.
—Mira este —dije, mostrándole un dibujo particularmente torpe de una figura en movimiento.
Gabriel observó detenidamente y señaló algunas áreas.
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MICROHISTORIAS
RandomEstas son historias de distintos tipos, el objetivo es explorar mundos cotidianos o ficticios para mero entretenimiento