El castillo de los hombres lobo estaba en pleno ajetreo esa mañana. La ceremonia anual de la Alianza, un evento crucial para reafirmar la lealtad de los nobles y las facciones, estaba a punto de comenzar. Los corredores del castillo estaban adornados con tapices y banderas, y una multitud de nobles y sus guardaespaldas se movían de un lado a otro, preparando el lugar para el evento.
Elara estaba en la cocina, preparando las últimas bandejas de bocadillos y bebidas. A pesar de que la ceremonia se celebraba en la gran sala del trono, el trabajo de los esclavos no terminaba. Debían asegurarse de que todo estuviera listo para el momento en que los invitados se sintieran hambrientos o sedientos.
—¡Más rápido, Elara! —gritó una de las supervisores, una mujer de rostro severo y voz implacable—. No tenemos tiempo para errores hoy. Los nobles no tolerarán ninguna falta de preparación.
Elara asintió y se apresuró a terminar su tarea, sintiendo la presión de la supervisora en sus hombros. Sabía que cualquier descuido podría significar una reprimenda severa. Mientras trabajaba, el sonido de las conversaciones y los pasos en el pasillo le indicaba que la ceremonia estaba a punto de comenzar.
Finalmente, con las bandejas listas, Elara fue guiada a la gran sala del trono. Era un lugar imponente, con techos altos y columnas que sostenían un candelabro gigantesco. Los nobles estaban sentados en sus asientos, conversando y esperando el inicio de la ceremonia, mientras el rey Kieran se encontraba en el estrado al frente de la sala, rodeado de sus consejeros y guardias.
Kieran estaba vestido con una elegante capa negra adornada con detalles dorados, y su presencia dominaba la sala. A pesar de la magnificencia del lugar y la pomposidad de la ceremonia, Elara no podía evitar sentirse incómoda. La diferencia entre su propia vida y la de los nobles era abrumadora, y su posición como esclava solo acentuaba esa distancia.
A medida que Elara se movía entre los invitados para ofrecerles las bandejas, su corazón latía con fuerza. La ceremonia estaba en pleno apogeo, y el ambiente era una mezcla de solemnidad y expectación. El ruido y las voces se mezclaban en un murmullo constante, creando una sensación de agitación en el aire.
Elara, con la cabeza agachada y evitando el contacto visual, se acercó a un grupo de nobles que conversaban cerca del trono. De repente, uno de los nobles hizo un gesto hacia ella, llamando su atención. Elara levantó la vista y se encontró con los ojos de Kieran, que la estaban observando con una intensidad que la hizo estremecerse.
El rey estaba hablando con sus consejeros, pero su mirada se desvió hacia Elara. Ella sintió un nudo en el estómago y, por un momento, el mundo a su alrededor pareció detenerse. Los ojos de Kieran, de un verde profundo en ese momento, se posaron en ella, y una sensación de incomodidad y curiosidad la invadió.
—¿Podrías traerme una copa de vino? —preguntó Kieran, su voz clara y autoritaria. No era una petición, sino una orden.
Elara asintió rápidamente y se dirigió hacia la mesa de las bebidas. Mientras llenaba una copa con el vino rojo y oscuro, intentaba mantener la calma y no pensar en la mirada penetrante del rey. Sus manos temblaban ligeramente, y la sensación de ser observada la hacía sentir aún más nerviosa.
Regresó al estrado con la copa en mano, sus pasos apresurados. Cuando llegó frente a Kieran, se inclinó en una reverencia respetuosa, extendiendo la copa hacia él. Su corazón seguía latiendo con fuerza, y no pudo evitar sentir el peso de su presencia.
Kieran tomó la copa de sus manos con un gesto elegante, y sus dedos rozaron brevemente los de Elara. El contacto fue breve, pero suficiente para enviar un escalofrío por la piel de Elara. Los ojos de Kieran no se apartaron de ella, y por un instante, el resto del mundo pareció desvanecerse.
—Gracias —dijo Kieran, su voz baja y suave. La manera en que la miraba hizo que Elara se sintiera expuesta, como si estuviera leyendo cada pensamiento en su mente.
Elara asintió nuevamente y se alejó, tratando de controlar su respiración. El intercambio breve había sido suficiente para dejarla tambaleándose. El rey Kieran, por primera vez en su vida, había centrado su atención en ella de una manera que iba más allá de lo habitual.
Mientras continuaba sirviendo a los nobles, no podía dejar de pensar en el encuentro. La sensación de su toque, aunque fugaz, había sido inesperada y perturbadora. No era habitual que los nobles, especialmente el rey, mostraran interés en los esclavos. Su presencia en la ceremonia y su interacción con ella no eran simplemente casuales; había algo más en juego.
Elara sintió una mezcla de emociones: confusión, miedo y una inquietante curiosidad. Su vida como esclava estaba marcada por la rutina y la opresión, y cualquier cosa que rompiera con esa rutina era a la vez emocionante y aterradora.
A medida que la ceremonia avanzaba, Kieran continuó observando a Elara desde el estrado. Aunque mantenía su postura firme y digna, sus pensamientos estaban ocupados por la mujer que había captado su atención de manera inesperada. No estaba acostumbrado a ser tan afectado por una esclava, y esa sensación le resultaba desconcertante.
El evento concluyó con una serie de discursos y promesas de lealtad. Los nobles comenzaron a retirarse, y Elara se encontró con un breve respiro mientras los invitados abandonaban la sala. Sin embargo, el breve encuentro con Kieran seguía resonando en su mente.
Cuando finalmente el lugar quedó vacío y los últimos nobles se fueron, Elara se dirigió de vuelta a la cocina. La ceremonia había terminado, pero el impacto de su encuentro con el rey todavía la acompañaba. Sabía que su vida había cambiado de alguna manera, y se preguntaba qué significaría ese cambio para su futuro en el castillo.
Mientras limpiaba y organizaba los utensilios, sus pensamientos seguían regresando al rey. La mirada de Kieran, el breve toque de sus dedos, y la intensidad de su presencia la hacían sentir un torbellino de emociones que no podía comprender completamente. La distancia entre ellos seguía siendo vasta, pero el primer encuentro había sembrado la semilla de algo que podría crecer y cambiar su vida para siempre.
Elara suspiró y se permitió un momento de reflexión. Aunque su posición en el castillo estaba claramente definida, el encuentro con Kieran había abierto una puerta a lo desconocido. Y aunque no sabía qué traería el futuro, estaba segura de que la presencia del rey en su vida era un signo de que nada volvería a ser como antes.
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La esclava humana del Rey Alpha
WerwolfEn un mundo donde los hombres lobo dominan con puño de hierro y los humanos viven en servidumbre, el rey Kieran, implacable y dominante, enfrenta tensiones en su corte mientras intenta mantener su poder absoluto. En el corazón de este reino opresivo...