Capítulo 10: La resistencia interna

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Elara despertó al amanecer, los primeros rayos de sol filtrándose suavemente a través de las cortinas de su habitación. Su mente aún estaba nublada por los eventos de la noche anterior: el beso apasionado de Kieran, su promesa de protegerla y estar a su lado sin importar las consecuencias. Aún podía sentir sus labios sobre los suyos, el calor de su cuerpo cerca del suyo, pero también sabía que lo que habían compartido era peligroso. Un amor prohibido que desafiaría no solo las reglas del reino, sino también las normas entre humanos y lobos.

Elara se levantó, sintiendo la agitación en su estómago. Sabía que su relación con Kieran ya no era un simple secreto, al menos no para aquellos más cercanos al rey. Y aunque se sentía abrumada por el peso de lo que estaba ocurriendo entre ellos, también sentía una determinación creciente. Kieran la había elegido, y ella haría todo lo posible para estar a su lado, incluso si eso significaba enfrentarse a enemigos dentro y fuera de la corte.

Mientras se preparaba para el día, una sensación de incertidumbre comenzó a asentarse en su pecho. Sabía que la tensión política en el castillo iba en aumento, y la relación que compartía con Kieran sería utilizada por aquellos que deseaban socavar su autoridad. A medida que el amor entre ellos creciera, también lo hacía el peligro que los rodeaba.

Cuando llegó al gran salón, encontró a Kieran revisando algunos informes. La expresión en su rostro era más sombría de lo habitual, y sus ojos, que normalmente brillaban con una intensidad tranquila, parecían cargados de preocupación.

—Buenos días, mi señor —saludó Elara, intentando sonar tranquila, aunque la inquietud dentro de ella era evidente.

Kieran levantó la mirada, su expresión suavizándose ligeramente al verla. Pero la tensión en su rostro seguía ahí, latente.

—Buenos días, Elara —respondió Kieran, su voz más grave de lo habitual—. Tenemos problemas.

Elara frunció el ceño y se acercó más a él, su corazón latiendo con fuerza.

—¿Qué ha pasado?

Kieran dejó el informe sobre la mesa y suspiró, pasándose una mano por su cabello castaño.

—Los rumores en la corte no han hecho más que aumentar desde ayer. Pero lo peor es que la resistencia humana se está organizando... y creen que te has vuelto contra ellos.

Elara sintió una punzada de terror en el estómago. La resistencia humana, el grupo que había oído mencionar en susurros entre los esclavos, estaba buscando una oportunidad para rebelarse contra el control de los lobos. Y ahora, parecía que ellos la veían como una traidora aunque no formara parte de la causa.

—¿La resistencia? —Preguntó Elara, sin poder ocultar su sorpresa—. Pero... ¿por qué pensarían eso? Nunca he estado involucrada con ellos.

Kieran la miró con seriedad.

—Para ellos, tu cercanía conmigo es suficiente prueba de tu traición. Creen que, al estar a mi lado, estás trabajando en su contra. Eso te pone en peligro, Elara. Tanto en la corte como fuera de ella.

Elara apretó los labios. La idea de ser vista como una traidora por los humanos la estremecía. Había pasado toda su vida en el reino de los lobos, sirviendo como esclava, y nunca había buscado formar parte de la resistencia. Pero ahora, su cercanía al rey la había colocado en el centro de un conflicto que no había pedido.

—Entonces, ¿qué debo hacer? —Preguntó, con una mezcla de miedo y determinación en su voz—. ¿Cómo podemos enfrentar esto?

Kieran la miró fijamente, su expresión endureciéndose.

—Debemos ser cuidadosos. No podemos permitir que se utilicen estos rumores en nuestra contra. La corte ya está dividida, y cualquier movimiento en falso podría desatar una revuelta. Pero no voy a dejar que nadie te haga daño, Elara. Ni los humanos ni los lobos.

Elara asintió, sintiendo el calor de sus palabras. Sabía que Kieran haría todo lo posible por protegerla, pero también era consciente de que el camino por delante sería peligroso. Estaban caminando sobre una cuerda floja, y cualquier paso en falso podría resultar fatal.

Antes de que pudiera responder, la puerta del salón se abrió bruscamente, y uno de los guardias entró con una expresión de urgencia.

—Mi rey, Lord Hargan solicita una audiencia contigo —anunció el guardia—. Dice que es un asunto de extrema importancia.

Elara sintió un escalofrío. Lord Hargan, uno de los consejeros más poderosos y uno de los principales detractores de su cercanía con Kieran, había estado presionando al rey para que la alejara. Sabía que su llegada no traía buenas noticias.

Kieran se levantó de inmediato, su expresión volviéndose de nuevo impenetrable.

—Dile que lo veré en la sala de audiencias —ordenó, antes de volverse hacia Elara—. Quédate aquí, Elara. No quiero que estés presente en esta reunión.

Elara quiso protestar, pero la firmeza en la mirada de Kieran le dejó claro que no había espacio para la discusión, y que tampoco podía desobedecer las órdenes de su rey.

—Como desees, mi señor —respondió con una leve inclinación de cabeza.

Kieran la miró un momento más, su expresión suavizándose por un breve instante antes de salir del salón acompañado por el guardia.

Elara se quedó sola en el gran salón, su mente girando con preguntas y preocupaciones. Sabía que la reunión con Lord Hargan no era solo un asunto político. Era una amenaza directa a su cercanía con Kieran. Hargan no descansaría hasta que ella fuera alejada del rey, y eso significaba que las tensiones en la corte estaban a punto de alcanzar su punto de ebullición.

Decidida a no quedarse de brazos cruzados, Elara caminó hacia una de las ventanas y miró hacia los jardines del castillo. Sus pensamientos estaban llenos de dudas. ¿Qué haría si los humanos realmente la consideraban una traidora? ¿Cómo podría demostrarles que ella no era su enemiga, sino alguien atrapada entre dos mundos?

El sol comenzaba a ascender en el cielo, y Elara sabía que no podía quedarse al margen mientras todo a su alrededor se desmoronaba. Aunque Kieran la había pedido que no se involucrara en esa reunión, ella estaba segura de que tenía que hacer algo. No podía dejar que la resistencia humana, o los lobos, decidieran su destino sin luchar por lo que ella realmente quería.

Pasaron los minutos, y finalmente, la puerta del salón se abrió de nuevo. Kieran entró con el rostro tenso, y Elara supo de inmediato que las cosas no habían ido bien.

—¿Qué ha pasado? —preguntó, su voz llena de preocupación.

Kieran se acercó a ella, su mirada seria.

—Hargan ha propuesto que se te aleje de la corte... para protegerme y, según él, para protegerte a ti también. Dice que es la única forma de evitar un conflicto mayor entre los nobles y los humanos.

Elara sintió como si el suelo bajo sus pies se tambaleara. La idea de ser alejada de Kieran, de ser enviada lejos de todo lo que conocía, la aterraba.

—¿Y qué piensas hacer? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Kieran la tomó de la mano, su agarre firme y reconfortante.

—No voy a permitir que te alejen de mí, Elara. No importa lo que Hargan diga, no permitiré que los nobles o la resistencia dicten lo que debo hacer con mi vida... o con quien debo compartirla.

Elara sintió una mezcla de alivio y miedo. Sabía que Kieran estaba decidido a mantenerla a su lado, pero también sabía que su decisión solo alimentaría las tensiones. Estaban desafiando no solo las reglas de la corte, sino también las expectativas de todo un reino.

—Entonces estamos juntos en esto —dijo Elara, mirando a los ojos de Kieran con determinación—. Pase lo que pase.

Kieran asintió, una pequeña sonrisa apareciendo en sus labios.

—Juntos, Elara. Pase lo que pase.

La esclava humana del Rey AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora