Parte 1 · Don sombrero y una abeja molesta

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Él lo sabía, sabía que ya no era solo el bonito sombrero adornado con una flor gigante en la parte superior. Había algo más, algo que había comenzado a florecer en silencio dentro de su pecho, y que ya no podía ignorar.


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Sethos llevaba varios días yendo a la ciudad de Sumeru, la academia era algo increíble y se la pasaba bien, aunque el trayecto desde el desierto a veces era largo, estaba bien, gracias a sus excelentes habilidades al correr, ir de casa a la ciudad era divertido y le servía de entrenamiento. También había días libres de trabajo, en los que dormía un rato recostado entre los árboles a las faldas de la ciudad, o, incluso dentro de la Academia, por lo que eran días bastante entretenidos. Si, eran buenos días desde que había hecho amistades en la ciudad y se había ido integrando a sus alrededores.

Entre encargos, su trabajo como director, sus paseos para comer comida deliciosa los días se pasaban rápido y últimamente traía un trabajo entre manos que lo mantenía ocupado.

En uno de esos últimos días había encontrado en una de sus caminatas en medio del horrible desierto a un erudito de lo más extraño, justo como le gustaban a Sethos. Habían pasado horas platicando después de proporcionarle un poco de agua y sombra. Al final, cuando el erudito se enteró del título de Sethos, de quien era y lo que sabía, animadamente lo invitó a formar parte de su nueva investigación como colaborador. No tuvo ningún impedimento para negarse, supuso que sería divertido y así que aceptó ayudarlo con su conocimiento.

Esa era la razón por la que ahora se encontraba entre los eruditos en la casa de la Daena, leyendo, conversando y últimamente, aunque no tenía que ver con su investigación, se encontraba a ratos con el rabillo del ojo observando a un hombre con un gran sombrero que a veces estaba en una de las mesas de la esquina, en donde casi ningún estudiante se paraba.

En la casa de Daena, siempre había mesas con estudiantes leyendo libros, otras discutiendo sus documentos, otros durmiendo por la carga de trabajo, conversaciones sobre proyectos y discusiones acaloradas entre eruditos con mucho ego, pero él siempre estaba solo en la mesa metido entre libros y papeles con esa cara fría y seria.

Ya se habían encontrado varias veces fuera de la academia, dentro en los pasillos, en el bosque de Sumeru y el desierto, en las salidas y entradas, habían cruzado palabras un par de veces e incluso, a veces lo encontraba recargado en las ramas de los árboles rodeado de muchas aves, bichos y mariposas, lo cual tenía que admitir que era una vista demasiado hermosa como para describirla.

No lo conocía mucho, ni siquiera sabía su nombre, lo solía llamar como Don Sombrero porque era ese el mote que le habían puesto, o eso es lo que sabía. Lo único que sabía de él, es que era solitario, hablaba con espinas en los labios y el sombrero que llevaba era demasiado increíble. Pero por alguna razón su mirada siempre se dirigía a la mesa solitaria en la que siempre estaba, había algo en ese chico que le atraía.

Sethoscara | Los besos son solo para enamorados?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora