Capítulo 5

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Owen arrojó a Evan por la resbaladilla y este cayó de culo al suelo. Owen sonreía inocente mientras que Evan lo perseguía gritando que se las iba a pagar. Todos nos reíamos de ellos hasta que cada uno se fue por su lado.  Julia y Adam estaban conversando en los columpios y Connor texteaba con Hanna. Sus mejillas se le teñían de rojo mientras le sonreía al teléfono. Se veía tan tierno. Billie y yo estábamos sentados en una banca de madera un poco apartados del resto, platicando sobre cosas que quizá teníamos en común y haciéndonos preguntas tontas al azar el uno al otro.

—¿Color favorito? –preguntó

—Me gusta el negro, aunque también el rojo.

-Te quedan lindos esos colores, contrastan muy bien con tu piel. —sonrió

—Gracias, y a ti igual te quedan muy bien esos colores, Billie –sonreí–. Mi turno. ¿Comida favorita?

-Mm, creo que la pasta, sip.

—¿Te gusta la pasta? ¡Por dios, yo también la amo! Deberíamos ir a comer juntos algún día.

-Por supuesto que sí, Ali, me encantaría —sonrió

Al parecer, después de un largo rato preguntándonos cosas al azar nos dimos cuenta de que teníamos muchas cosas en común. Cuando se hizo un poco tarde nos fuimos del lugar y Billie nos pasó a dejar a todos, uno por uno. Llevamos primero a Julia, donde se despidió de los dos y agradeció amablemente a Billie. Segundos después ya estábamos frente al porche de mi casa, no me saltaría la barda de su patio como ella hace para llegar a mi casa.

—Gracias por pasar el tiempo conmigo, y con los chicos, me gustó estar contigo. 

—A mi igual, y también me divertí mucho, gracias por traerme Billie.

—No hay problema. ¿Cómo pudiera no hacerlo? Además, así puedo pasar a dejarte hasta la puerta de tu casa, Ali.

Billie caminó lentamente hacia mí hasta donde nuestros pechos podían rozarse. Mi largo y negro cabello se pegaba a él gracias a una ola de viento que golpeó nuestros rostros. Elevé lentamente la mirada recorriendo su pálido cuello, hasta que llegué a su mejilla y posé mis ojos en dos lunares que descansaban ahí. Mis ojos buscaron los suyos, y cuando los encontré me hipnoticé y parecía que él también lo hacía por el gran azul de mi iris. Su mirada se posó un momento en mis labios antes de volver a ver mis ojos. Inmediatamente puso la palma de su mano detrás de mi nuca, donde me acercó hacia él para juntar nuestras frentes lentamente. La conexión que sentí en ese momento con Billie fue reparadora y generó una especie de paz en mí. Billie provocaba ese efecto en mí. Nuestras respiraciones se comenzaron a mezclar, el olor de su perfume se adueñó de mis fosas nasales. Jugábamos con nuestras manos tocando nuestros rostros lentamente, como si estuviéramos tocando algo tan delicado, hasta que él acortó el poco espacio que quedaba entre nosotros y juntó nuestros labios en un lento y suave beso. Nuestros labios se unieron perfectamente, como dos piezas de rompecabezas, como si hubiesen estado hechos el uno para el otro. Rápidamente cambié una de mis manos a su pecho, y pude sentir su corazón latiendo tan rápido como el mío. Me pegué lo más que pude hacia él y sus manos viajaron lentamente a mi cintura donde delicadamente metió sus dedos por debajo de mi delgada blusa. Y ahí, sus cálidos dedos acariciaban la parte baja de mi espalda. Su tacto hacia que me estremeciera y yo sólo sentía que las rodillas me fallarían mientras me seguía besando. Rodeé su cuello con mis brazos y mis manos se quedaron entre su cabello, donde acariciaba cada mechón que se colaba entre mis dedos. Y aunque haya durado poco el momento, lo sentí como una eternidad. Rápidamente nos alejamos, aún agitados, después de oír abrirse la puerta de mi casa.

—Jeje, lo siento —dijo mamá, desde la puerta—. Salí a asegurarme de que ya habías llegado, es que escuché voces. Hola, Billie. ¿Cómo estás?

Reímos por lo bajo.

-Hola señora, buenas noches —sonrió amablemente

Acusé a mamá con la mirada por salir en el mejor momento del día. Ella se limitó a rodar los ojos.

—Yo tengo que irme —dijo Billie—. Adiós, señora, un gusto haberla saludado. Buena noche.

Mamá se despidió con la mano y volvió a la casa, dejándonos de nuevo solos. Me limité a darle un beso en la mejilla y él me lo regresó con un beso en la mano.

—Descansa, Ali

—Descansa, Billie

Y ahí nos despedimos, después de pasar todo el día juntos y después de haber dado mi primer beso, con él. Lo vi yéndose en su auto y yo corrí hacia mi casa. Feliz y pegando chillidos cada que subía por las escaleras para llegar a mi habitación. Mamá no volvió a salir ni fue a verme después de lo que miró allá afuera, y lo agradezco, ¡tenía mucha vergüenza! Acababa de besar a Billie, ¡A Billie! ¡Tenía que contarle todo a Julia, por dios, sí! ¡Estoy segura de que quedaría boquiabierta con la noticia! Tomé mi teléfono rápidamente y le marqué, me sorprendió que haya contestado tan rápido y más por la hora. Julia tiende a invernar, así que era extraño que siguiera despierta a las 11:30 pm.

—¡No me lo vas a creer!

—¡¿Qué pasó, qué pasó?! ¡Ay, dime ya!

Creé un pequeño silencio misterioso antes de decirle.

—Billie me besó.

La Casa del ÁrbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora