F r a c t u m

27 5 4
                                    

·



·

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.




·


Hua Cheng se adentró en la parte más profunda del bosque con un sigilo depredador. Había conseguido visualizar a su presa y no pensaba dejar que escapara.

El ciervo bajó la cabeza para alcanzar una pequeña brizna de hierba fresca que estaba justo entre sus pezuñas. El pobre animal estaba totalmente despreocupado, sin saber que en unos segundos caería presa de un sueño del que no volvería a despertar.

Hua Cheng permitió que terminara de comer, concediéndole un último momento de felicidad y enfocó su mirada en el rostro del animal. Su mente y la suya conectaron, provocando un hormigueo en los dedos del vampiro y entonces lo obligó a dormir. Cuando el enorme animal descansó manso y tranquilo sobre el suelo, Hua Cheng se acercó a él y lo levantó en peso cargándolo sobre sus hombros.

En aquella ocasión no tuvo que alejarse demasiado de su hogar, por lo que no tuvo prisa en regresar. Aunque el animal pesaba mucho, él tenía fuerza suficiente como para poder llevarlo sin problema y seguir caminando por horas sin llegar a cansarse.

Ban Yue había querido acompañarlo pero, a pesar de que ella únicamente se alimentaba a base de sangre de animales, no podía verlos vivos porque entonces algo en su interior le impedía beber de ellos. Para que ella pudiera comer tranquila Hua Cheng tenía que encontrarlos, dormirlos con su don y sólo entonces su hermana podía alimentarse. Pero tampoco lo hacía directamente del animal, sino que él debía desangrarlos y guardar aquel líquido rojo y caliente en frascos para que no se echara a perder.

Al principio, a Hua Cheng le molestaba que ella fuera tan extraña, pero luego comprendió que simplemente algunos habían nacido en el bando equivocado. Su hermana odiaba todo lo que representaban los vampiros. Ella no era mala, no tenía ambiciones codiciosas ni quería sobresalir por encima de ninguna otra especie. Solo quería vivir feliz y tranquila sin hacer daño a nadie y sin que nadie hiciera daño a los que amaba.

Después de desangrar al ciervo y de guardar su sangre donde correspondía, Hua Cheng entró en la biblioteca de su hogar, donde Ban Yue estaba entretenida leyendo una novela y le ofreció un frasco.

Ella le dedicó una reluciente sonrisa y cogió el frasco de cristal con cuidado. Cuando quitó la tapa, sus ojos titilaron entre el negro y el rojo en cuanto el olor de la sangre llegó a su nariz.

Hua Cheng nunca había visto a su hermana dejándose llevar por la sed. Incluso a él, que estaba saciado en esos momentos y que detestaba el olor de la sangre de los animales, le costó mantener el negro en sus ojos cuando desangró al animal y cuando su hermana abrió el frasco.

Solo hubo una vez en la que él fue testigo de cómo su hermana perdía la cordura, y fue cuando descubrió a su destinada.

A pesar de lo que el mundo entero creía, Hua Cheng había intentado llevar la misma dieta que ella, pero le fue imposible. Cada vez que ingería la sangre de cualquier tipo de animal terminaba vomitando más de lo que había sido capaz de beber. Solo la sangre humana lo alimentaba y calmaba sus ansias. Pero no quería matar a inocentes, por lo que se dedicó a buscar personas que realmente se merecían una muerte temprana; asesinos, violadores, maltratadores, ladrones y toda esa clase de calaña. Pero no por ello los torturaba o infringía daño, sino que, al igual que hacía con los animales, los imbuía en un sueño del que no conseguían volver a despertar jamás. Sólo entonces, cuando estaban sumidos en esa inconsciencia, Hua Cheng permitía que sus colmillos surgieran en su boca, y sólo entonces se clavaban en el cuello de su víctima. Con un solo humano tenía para aguantar hasta una semana entera.

PREDONUM | hualianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora