M e m o r i a n

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Cuando sus últimos fragmentos de luz tenue desaparecieron, mi mundo quedó preso dentro de una inconmensurable oscuridad.

No quería que mis pulmones obtuvieran más oxígeno. No quería que mi corazón siguiera latiendo, por eso me permití caer bajo las suaves garras de la inconsciencia para que ella me sustentara, porque yo ya no era capaz de hacerlo.

Aunque me sentía completamente destruido, una parte de mi alma seguía sana y transmitiendo un calor que me recordaba que aquello que me estaba congelando por dentro, aquello que me había fracturado en miles de pedazos, conseguiría recomponerse en algún momento.

Aquella pequeña esperanza fue la que impidió que me abandonara por completo. Eso y una voz dulce y suave que me pedía que me levantara y que caminara a su lado. En ese momento no sabía a quién pertenecía aquella orden sin sonido, mi mente solo era capaz de generar un ruido blanco y una necesidad constante de escuchar y obedecer, porque lo poco que quedaba de mí confiaba en aquella presencia con todas sus fuerzas.

Sabía que mis ojos estaban abiertos, pero no veían nada. Sabía que mis pies caminaban sin descanso, pero no sabía hacia dónde me dirigía. Lo único que podía sentir y lo único a lo que me aferraba era a aquel trozo de alma que me quedaba intacta y que habitaba fuera de mi cuerpo.

El tiempo se convirtió en algo irreal para mí, carecía de importancia cuando lo único que quedaba en mi interior eran un dolor y un sufrimiento lacerantes. En algún momento, mis pies dejaron de moverse y mi cuerpo descansó tumbado en un lugar suave y mullido.

Aquella parte limpia y pura de mi alma seguía velando por mí, sentía sus caricias y su calor recorriendo mi cuerpo, animándome a aguantar y ayudándome para que pudiera conseguirlo.

Noté que el fruto de mi fuerza se derramaba por mis labios, intentando adentrarse en mi boca mientras se deslizaba por mis dientes, pero me negué a aceptarlo. Por primera vez desde que permití que la oscuridad me engullera, me resolví a luchar contra aquella parte de mi alma que intentaba ayudarme. Una y otra vez lo rechacé, pensando que lo que fuera que cuidaba de mí terminaría cansándose.

Yo podía notar su desesperación y su sufrimiento, que unidos a los míos propios, solo conseguían debilitarme más.

Pero un día, contra todo pronóstico, aquel fruto resbaladizo y caliente que rozaba de nuevo mis labios se convirtió en lo único que sentía que necesitaba de verdad. Me aferré a aquello con los dientes, absorbiendo con fuerza la vida y la alegría que aquel líquido me transmitían con tanta pasión y crudeza. De pronto, pude volver a sentir mi cuerpo físico. Un dolor que jamás pensé experimentar se adueñó de mi y me hizo flaquear, pero seguí bebiendo de aquel néctar sanador. Noté cómo poco a poco mi mente volvía a pertenecerme casi por completo. Entonces algo acarició mi rostro cuando apreté con fuerza aquel lugar del cual provenían mis nuevas ganas de vivir.

Mis ojos ardieron cuando abrí los párpados, y me costó un poco enfocar la vista. Pero todo valió la pena cuando contemplé el rostro más hermoso del mundo justo a mi lado.

Xie Lian me observaba con una sonrisa cálida, mientras sus ojos se volvían vidriosos a causa de mi despertar. La caricia que acababa de sentir provenía de él, de mi compañero, de mi pareja. De la persona que el destino había decidido que me pertenecía por toda la eternidad.

Quise acariciarlo de vuelta para mostrarle cuánto me alegraba de tenerlo conmigo, pero mis manos estaban ocupadas. Mis ojos intentaron buscar mis propias extremidades, porque todavía no era dueño de mi cuerpo y no sabía dónde estaban. Entonces las encontré, sostenían con demasiada fuerza el brazo de Xie Lian mientras lo pegaba con ansia contra mi boca, mientras mis dientes se hundían bajo su piel y mi lengua absorbía su dulce y embriagadora sangre.

La caricia sobre mi rostro regresó, haciendo que mi mirada volviera a enfocarse en el rostro del hombre que estaba sentado a mi lado.

–Pensé que nunca volverías a mirarme –susurró con un nudo en la garganta. Yo intenté detenerme, pero no podía parar de beber. Las lágrimas de Xie Lian me hirieron, porque mientras ellas caían, su boca mostraba una sonrisa genuina–. Pensé que nunca regresarías a mí lado.

Xie Lian, mi destinado, había cuidado de mí desde que mi mente se desvaneció. ¿Cuánto tiempo habría intentado que sanara y que regresara con él?

Una voz intensa pero suave me habló a través del velo que separaba los mundos.

«Para, detente, apártate», dijo.

Entonces sentí un tirón en el pecho. Mi lengua obedeció aquellos susurros y aparté mis labios de la piel de Xie Lian. Pude sentir cómo mis colmillos se despegaban de su carne, dejando que la sangre saliera en finas hileras que bajaban por su brazo. Mi lengua lamió aquellos surcos y también la herida supurante para poder cerrarla gracias al efecto de mi saliva.

Xie Lian se estremeció bajo mi toque, y sus ojos dorados observaron cada movimiento con somnolencia.

Cuando terminé de alimentarme y me aseguré de que la herida había cicatrizado, volví a mirar a mi destinado.

Justo en ese momento, aquellos ojos que tanto amaba se volvieron blancos y Xie Lian cayó desplomado sobre la cama limpia en la que mi cuerpo descansaba. Mis fuertes y renovados brazos impidieron que se hiciera daño. Con rapidez y desesperación busqué su pulso, era lento y algo débil, pero sobreviviría.

Xie Lian había arriesgado su propia vida, otra vez, para poder salvar la mía.

Y eso era algo que yo no olvidaría jamás.


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PREDONUM | hualianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora