04 | Amo las cartas, si recibo una me muero

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Zhao Ming despertó y se quedó tumbado en la cama, con los ojos abiertos y doloridos; había soñado algo muy raro

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Zhao Ming despertó y se quedó tumbado en la cama, con los ojos abiertos y doloridos; había soñado algo muy raro. Eso era, un sueño de ese niño tonto que conoció en el parque y no volvió a ver jamás. Miró su estantería, en lo más alto había un perro de peluche. Al día siguiente volvió al parque y lo encontró abandonado allí, le dio pena y se lo llevó. Habría soñado eso porque lo había lavado el día anterior.

Se levantó y se estiró, le dolía todo el cuerpo como si le hubiesen colgado boca abajo y sumergido en el agua. Cuando fue a salir por la puerta, se abrió.

— ¿Intentas huir?

¡No fue un sueño! ¡No fue un sueño! ¡Ahhh! ¡No fue un sueño! Ese cabrón... ¡Ese cabrón lo ahogó!

— ¡Ahhh! —gritó mientras se alejaba lo máximo de él, chocando contra la pared. Se dio una torta—. ¡Despierta!

—Ah-Ming, ¿qué haces? —Se acercó y agarró su muñeca—. Te harás daño.

— ¡No me toques! —Lo empujó y abrazó su cola—. Esto tiene que ser un sueño.

—Parece que aún estás adormilado. Ten, te preparé el desayuno.

Con un movimiento ágil, lo sentó en la cama y puso la bandeja en sus piernas.

—Es tu favorito, espero que te guste.

Zhao Ming tardó en reaccionar.

—Tú... ¿Cómo has entrado? ¿Y cómo sabes que este es mi desayuno favorito?

—Tu seguridad es muy mala, he decidido que te mudarás conmigo. —Antes de poder protestar, le metió en la boca un bollo al vapor—. Venga, necesitas energía.

Zhao Ming farfulló algo. Se cruzó de brazos y apartó la mirada mientras masticaba.

— ¿Te gusta? Lo hice yo.

Asintió con enfado.

—¿De verdad? —Sus ojos se iluminaron—. De ahora en adelante, deja que cocine para ti.

Guapo, rico y buen cocinero, sería un buen esposo. No, ¿qué estaba pensando? ¡Intentó asesinarlo, no podía caer tan bajo! Pero tenía que aguantarlo de todas formas, ¿verdad? No pasaba nada por aprovechar la oportunidad y comer bien. Cuando terminó, le entregó la bandeja.

—Toma, friega lo sucio.

Se levantó, abrió el armario y empezó a desvestirse. El humano se puso rojo de la vergüenza y apartó la mirada.

—No sabía que nuestra relación había llegado a este punto.

—Me da igual que me vean en ropa interior.

— ¿Entonces harías lo mismo con cualquier persona?

—Sí —respondió sin pensar.

Quedó petrificado en el sitio. Lo miró con horror, Zhao Ming ya se había cambiado.

—No... ¡No puedes hacer esto con todo el mundo!

— ¿Eh? ¿Y tú quién eres para decirme lo que puedo o no hacer? Ni siquiera sé tu nombre.

—Soy tu...

Antes de que repitiese su discurso como un loro, fue hacia él y agarró su brazo. Se quedó tan sorprendido ante el contacto repentino que no se dio cuenta que lo arrastró fuera del edificio.

—Bueno, tengo trabajo, espero no volver a verte invadir mi propiedad o llamaré a la policía.

—Como si eso fuese a funcionar. —Agarró la muñeca de Zhao Ming, que estaba a punto de marcharse—. Deja tu trabajo, te pagaré el doble.

—Sigue soñando.

—No tienes nada que perder.

— ¡He dicho que no! ¿Alguna vez me escuchas cuando hablo?

—Está bien, entonces ve a trabajar.

—Eso es lo que iba a hacer, idiota. —Intentó deshacerse de su agarre—. Suéltame.

—Me aseguraré de que nadie te contrate. Y ya que me pongo, haré que el casero del piso donde vives te eche. ¿Qué te parece? Así solo podrás depender de mí.

— ¡¿Ah?! —Zhao Ming lo miró con horror—. Estás loco, no has cambiado nada desde que eras un cachorro mojado. ¡Prefiero morir que depender de ti!

—Eso no ocurrirá, te quiero vivo. Si no aceptas mi ayuda, te encerraré en mi casa hasta que te enamores de mí.

No podía creer lo que estaba escuchando. Debía ser una broma, ¡tenían que estar grabando su reacción por alguna parte! Miró alrededor, buscando cámaras.

— ¿Qué haces?

—No doy mi consentimiento para que difundan esto.

— ¿De qué hablas?

—Tú... ¡Estás loco! ¿De verdad crees que así puedes enamorar a alguien? Das miedo, eres un acosador feo que cree que el dinero es la solución a todo y nunca escucha lo que digo.

— ¿Feo?

— ¡Das asco!

Le escupió en la cara, el humano cerró los ojos y Zhao Ming aprovechó para huir. Cuando llegó al trabajo, Li Yan le esperaba en una sala. Era su cliente más habitual, un híbrido de perro que iba mínimo una vez por semana.

 Era su cliente más habitual, un híbrido de perro que iba mínimo una vez por semana

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No Toques las Orejas del GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora