01 | Conocí a un niño tonto en el parque, espero no volver a verlo

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El pequeño gato Zhao Ming observó al niño frente a él

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El pequeño gato Zhao Ming observó al niño frente a él. A pesar de ser una cría de humano, parecía un cachorro de perro abandonado bajo la lluvia y desesperado por cariño. Frunció el ceño y espetó:

—No me gustas.

Desde que llegó al parque, ese tonto no paró de perseguirlo; rogando su atención y declarando su estúpido amor. Incluso intentó tocarle las orejas, ¡qué caradura! En esos momentos, el pequeño gato estaba subido al tobogán, pero no podía tirarse porque se había puesto en medio.

—Si no te quitas, te haré daño.

—Te amo —declaró con firmeza.

Zhao Ming frunció el ceño, harto.

—No te he visto nunca, déjame en paz.

Con horror, observó al niño arrodillarse y poner frente a él su perro de peluche.

—Cásate conmigo.

— ¡Que me dejes en paz!

Harto ya, se tiró por el tobogán. El tonto saltó hacia un lado demasiado tarde, cayó al suelo y empezó a llorar. Zhao Ming fue a jugar al arenero, un rato después notó su espalda erizarse con cada paso que daba hacia él.

—Oye... —empezó.

Se dio la vuelta y señaló el hoyo que había cavado.

—Si no me dejas en paz, te enterraré ahí dentro.

Su rostro se drenó de sangre y empezó a llorar otra vez. Este berrinche duró menos, se limpió las lágrimas con el perro de peluche y miró a Zhao Ming con un puchero.

— ¿Me odias tanto?

—Sí, porque eres un pesado.

—Pero... ¡Pero estamos destinados!

A Zhao Ming se le erizó la piel. ¿Destinado con ese imbécil? ¡Estaba loco! Eran palabras mayores, ese humano no sabía de lo que hablaba.

— ¡Mentiroso! —gritó con horror—. ¡Prefiero morir!

— ¿No puedes olerlo?

—Solo puedo oler tus lágrimas.

—Las feromonas me lo dicen —se quejó con determinación.

— ¿Qué vas a saber tú? Eres un humano.

—Eso da igual, tenemos un hilo rojo que nos une.

—Solo es una leyenda para que los humanos os sintierais mejor al no tener feromonas ni pareja destinada como nosotros —se burló con la cabeza alta.

— ¡Mentira!

— ¡Verdad!

— ¡Mentira!

— ¡Verdad!

— ¡Verdad!

— ¡Mentira!

Zhao Ming lo observó con superioridad, era un truco que su madre siempre le aplicaba. Al darse cuenta, se puso a llorar otra vez.

No le dio más vueltas y continuó jugando. Era imposible que un humano fuese su pareja destinada, y menos ese. Notó que le clavaba la mirada en la cabeza, un poco más y le hacía un agujero. Sacudió las orejas para deshacerse de la sensación, entonces notó una mano acercarse. Todo su cuerpo se erizó y pegó un salto.

 Todo su cuerpo se erizó y pegó un salto

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No Toques las Orejas del GatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora