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Rosaba la media noche y el apenas habría un pequeño bar escondido en los suburbios de Tokyo. Acomodaba tranquilamente las butacas bajandolas al suelo, desempolvando las mesas y la barra.

Se sirvió un tarro, el único de la noche se prometio y le brindó a una fotografía acomodada junto a los vasos debajo de la barra. No fue grande la espera cuando la gente comenzaba a entrar, unos pocos se acercaron a la barra a pedir y el no tardó en asentir y preparar los pedidos con desinterés.

La madrugada transcurría normal hasta que un viejo se acercó a pedir.

─Oiga, he visto el piano ¿Puedo tocar? -pregunto el hombre barbon, la forma en la que hablaba y su físico lo destacaban como extranjero.

─Adelante. -consedio, al menos sería más entretenido que escuchar a hombrea quejarse de sus esposas o llorar por ellas, había escuchado de todo.

El hombre desempolvo con una servilleta las teclas del viejo instrumento y se acomodo torpemente en la butaca tronandose los dedos y rebuscando en su teléfono alguna partitura.

El albino lo miraba expectante, no lo quería admitir, pero la melodía tenía su encantó, era lenta y extrañamente nostálgica, aunque no recordaba haberla escuchado antes, simplemente se relajo con ella y continuó haciendo su trabajo, sorpresivamente en toda la noche no hubo un solo disturbio y a las 6 de la mañana todos los comensales se retiraron dejándole una buena propina.

Estaba por cerrar cuando un joven encapuchado se presentó frente a la puerta que estaba por cerrar.

—¿Puedo pasar todavía? -pregunto el joven con voz ronca

El no contestó y asintió abriéndole la puerta y cerrando tras de el, apagando las luces de la entrada.

Se posicionó tras la barra esperando a que el hombre pidiese algo.

─Un whiskey puro.

El susurro fue acatado y sirvió un vaso al chico, mientras miraba su bebida como la cosa más interesante del mundo él siguió con las actividades diarias y comenzó a limpiar las pocas mesas que había subiendo de nuevo las sillas. Ni siquiera se percató cuando el chico se quitó la sudadera hasta que se volvió a poner tras la barra.

Rubio, de ojos rojos, dentadura afilada y su piel... ¿Cómo se sentirá su piel ahora? Tenía los ojos caídos y ojeras bajo estos bastante pronunciadas, las cuales no se veían en las carteleras.

Casi por instinto extendió su mano colocándola en su mejilla, el rubio alzó la mirada y simplemente se acurruco contra ella. El héroe no sabía quien era, no conocía a nadie de ojos morados y cabello blanco, no que el recordase, pero le gustaba el tacto que le ofrecía. Se sintió hechizado cuando el hombre lo hizo subir a prisas a un piso arriba abriendo el primer cuarto que se encontró.

Esa noche fue devorado por un salvaje.

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La Mascota de un HéroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora