<<Una niña pequeña volvía de la piscina de jugar con sus amigos. Ya estaba cansada después de todo el día fuera de casa sin parar. Se fue a dar un baño, con burbujas y espuma, como siempre le han gustado. Se relajaba y disfrutaba del agua tibia contra su piel. Trataba de no pensar en nada, evadiendo todas las preocupaciones que puede tener una niña de diez años recién cumplidos.
Salió de la ducha envuelta en un albornoz de gatitos y se fue a su habitación a ponerse el pijama. Se lo puso y bajó a cenar con toda su familia; charlaron y rieron todos juntos, mientras se contaban como había sido su día.
Después de cenar, salió a jugar con todos los niños del pueblo a la plaza, como hacían todas las noches. Mientras corría huyendo de unos niños que intentaban pillarla se encondió en el bar del pueblo. Saludó al camarero, que la conocía de sobra, ya que todos los chicos del pueblo iban a comprar chuches al bar y se metió al baño.
No vio por donde iba, y se chocó con un cuerpo mucho más grande que ella, aturdiéndola unos segundos. Cuando subió la mirada se encontró con unos ojos que la miraban con una intención oculta.
- ¿Qué pasa niña, no encuentras a tus padres? - preguntó la voz ronca.
La niña negó y le explicó que estaba jugando al escondite, y no había encontrado lugar mejor que ese. El hombre murmuró algo que no llegó a entender y fue a cerrar la puerta del baño, pero se quedó a escasos centímetros.
- Bueno, pequeña, creo que puedes hacerme un favor mientras tanto. - inquirió el hombre con voz ronca mientras una sonrisa maliciosa se escapaba de sus labios. El hombre fue a agarrar la muñeca de la chica, pero una voz interrumpió.
- ¿Panda? ¿Estás aquí? - dijo un niño mientras entraba al baño. - ¡Te pillé! - chilló tirándose encima de la niña mientras la hacía cosquillas.
El hombre se separó notoriamente de la chica, desapareciendo fuera del baño. Lo que hizo que los dos niños se levantaran del suelo y decidieran volver a la plaza. Sin saber lo que acababan de evitar.>>
Esto no me podía estar pasando a mí. Claro que me imaginaba que habrían visto el video, lo que no me esperaba era que el inútil de Kenzo estuviera burlándose de ello y haciendo comentarios equívocos, tratándome como una cualquiera que se lía con todo el que se cruza, y me jodía. Porque esa imagen no podría estar más alejada de la realidad, yo no era así. No podría nunca ser así, mi cerebro estaba configurado para querer a gente poco a poco, conociéndose.
Mi respiración empezó a acelerarse y se volvió irregular, las manos me temblaban y me estaba desestabilizando, no podía estar de pie. Miles de recuerdos se venían a mi mente, e intentando eliminarlos cerré los ojos intentando olvidar todo. Me senté en el suelo en una esquina de mi habitación, con las rodillas pegadas a mi pecho y temblando levemente.
Justo entonces, Lucy y Jess entraron a la habitación cerrando la puerta y sentándose a mi lado, tratando de calmarme.
- ¡Gaby, Gaby! Tranquilízate, lo siento, no quería soltarlo delante de tu primo. – se disculpó Jess mientras me acariciaba el brazo de arriba abajo tratando de calmarme. – No sabía que Kenzo iba a ser un gilipollas al respecto, venga, respira despacio. Deja la mente en blanco, nada va a pasarte, estamos aquí contigo.
Mi respiración frenó un poco, cerré los ojos e inspiré lentamente. Me dejé sentir como todo el aire entraba por mis fosas nasales llegando a mis pulmones. Mi pecho se infló, y muy despacio empecé a expulsarlo, tranquilizándome por completo. Volví a abrir los ojos despacio y les di las gracias.
- Va Gaby, ya está, vete al baño a lavarte un poco la cara y así te despejas. Cuando vuelvas ya nos ponemos una película antes de cenar, ¿sí? – Propuso Lucy dándome un abrazo antes de que saliera de la habitación. Sin duda tenía mucha suerte de tenerlas en mi vida, eran las mejores.
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EFÍMERO
RomanceEl corazón de una persona puede llegar a romperse. Las causas son diversas: desamor, la pérdida de un ser querido, una experiencia traumática... Desde luego, después, nada es igual. La luz se apaga, uno no encuentra la fuerza ni el modo de seguir ad...