0002 | donde todo comenzó

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Febrero 7, 2010
Circuito de karting de Mónaco.

El cielo gris y las nubes bajas anunciaban un día frío y lluvioso en el kartódromo. Ana, de diez años, se ajustó la bufanda alrededor del cuello mientras caminaba junto a su padre, Dominik, y su niñera, Amy. La pista mojada reflejaba las luces del circuito, creando un ambiente casi mágico.

Dominik vestido con la elegancia de un hombre de negocios, pero adaptado a las condiciones de la carrera. Un abrigo largo y oscuro, resistente al agua, que lo protegía de la lluvia. A pesar del clima, su apariencia era impecable, reflejando su estatus y profesionalismo.

Ana, por su parte, lucia como una pequeña princesa, mostrando lo consentida y especial que era para su padre. Un elegante tapado de lana color rosa al igual que su gorro. A pesar del frío, Ana irradiaba calidez y alegría, su rostro iluminado por la emoción de la carrera.

–Papá, ¿Crees que la carrera igual se hará? —preguntó Ana, mirando a su padre con ojos llenos de curiosidad.

Dominik sonrió y le dio una suave caricia en la mejilla.

–Claro que sí, ma vie... los pilotos están acostumbrados a todo tipo de condiciones y además, correr en la lluvia es una experiencia única.

–Yo nunca corrí con lluvia.

–Ya va a llegar el día que lo hagas, tranquila.

Ana asintió, emocionada. Le encantaba el sonido de los motores y la adrenalina de las carreras porque vivió de esa manera desde que nació. Mientras caminaban hacia las gradas, podía ver a los mecánicos y pilotos preparándose, ajustando los karts y discutiendo estrategias.

En el camino, varias personas saludaron a Dominik con entusiasmo bajo la mirada de su hija que no entendía muy bien el porque su papá era tan aclamado.

–Papá, ¿Por qué todos te saludan? —preguntó, sintiéndose un poco confundida.

–Tu papá trabaja con los de arriba, donde todos quieren llegar... por eso lo conocen muchas personas.

–Mentira, trabajas en Ferrari.

–Por eso, los mejores.

–No, los mejores son los que tienen a Sebastián y a Lewis... ustedes no.

–Igual, todos tienen sus favoritos pero muy en el fondo todos aman a Ferrari —Dominik le sonrió a su hija.

–Y por eso me vas a dar un asiento en fórmula uno —ella le sonrió.

–No, vos te vas a ganar ese asiento porque yo no te lo voy a comprar —negó con la cabeza y Ana lo miró mal—. Sos muy capaz de lograrlo sola y lo vas a hacer, me lo vas agradecer algún día.

hilo rojo ; charles leclerc Donde viven las historias. Descúbrelo ahora