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Mayo 15, 2010 Circuito de karting de Mónaco.
Meses después Dominik y Ana regresaron al kartódromo, esta vez sin lluvia y con el calendario de formula uno en marcha. El sol brillaba intensamente, reflejándose en el asfalto y creando un ambiente vibrante y lleno de energía. Ana, vestida con un elegante vestido rojo de verano y sandalias, caminaba junto a su padre, emocionada por ver a los pilotos en acción nuevamente.
Dominik, vestido con una camisa blanca de lino y pantalones beige, buscaba con la mirada a Charles entre los pilotos. Sin embargo, no lo encontró. Frunciendo el ceño, se volvió hacia uno de sus asistentes.
–Tony, ¿Podes averiguar dónde está Charles? No lo veo por acá —pidió Dominik, con una nota de preocupación en su voz.
Él asintió y se alejó rápidamente para investigar. Mientras tanto, Ana se entretenía observando los karts desde la reja que la separaba de la pista. Nadie se imaginaria que ella, vestida siempre como princesa esté tan interesada en un deporte que, lamentablemente, siempre se consideró que era de hombres.
Pasaron unos minutos y el asistente de Dominik regresó con una expresión seria.
–Nik, hablé con algunas personas y todos dijeron que el padre de Charles no ha podido seguir pagando los costos de las carreras y tuvo que abandonar.
Dominik sabía lo caro que podía ser el mundo del karting y lo difícil que era para las familias mantener a sus hijos en el deporte. Él lo estaba viviendo en carne propia, los altísimos costos que pagaba por Ana en karting y por Alex, el hermano mayor de Ana, en moto. Dinero que él si tenía pero que era consiente que los demás no, porque es un deporte realmente para millonarios y la cifra aumenta cada vez más al subir de categoría.
Dominik miró a Ana, que seguía agarrada al alambre mirando la pista y siendo ajena a la conversación y realidad de otros chicos de su edad.
–Gracias... vamos a ver si podemos hacer algo al respecto.
–Consigo el número de sus padres y los llamas.
Dominik lo señaló sonriendo y asintió.
–Por eso tenes un ascenso... te asciendo mano derecha de Amy, ella cobra más.
–Eh, no te ofendas, pero prefiero quedarme así como estoy... quiero mucho a Ana, pero no.
Ambos miraron a la niña agitando sus brazos cada vez que un karting pasa por en frente suyo cual barra brava y a Amy que vivía a su lado para que no se suicide cada dos minutos y evitando que se caiga del alambrado.
–Logico que cobre más si tienen que mantener con vida a Ana —Dominik asintió y devolvió la vista a su asistente—. Me conseguis el número de los padres de Charles y tenés un aumento de por vida.