capítulo 15

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Vuelvo a casa después de mis prácticas y lo primero que hago es prepararme un desayuno potente. Yogurt natural con granola, frutas y un panqueque de avena que dejé ayer en la merienda. Me preparo el mate y subo a encerrarme en mi habitación.

Primero reacomodo un poco el desorden y después de prender el último sahumerio que me queda, me grabo mentalmente que tengo que comprar más. Me pongo mi pijama porque no planeo salir de casa en lo que resta del día y de paso corro la cortina para que entre el viento. Y finalmente me siento frente a mi escritorio para abrir mis asuntes y repasar un poco para tener un poco más grabado el tema antes de que me den fechas para los parciales.

Así de rápido se me pasa la mañana y cuando me doy cuenta, ya casi son las cuatro de la tarde. Le mando un mensaje a Alex avisándole que sigo estudiando y después me doy un tiempo para darme una ducha y despejar un poco mi cabeza.

Me pongo el mismo atuendo y vuelvo a mi habitación con la toalla en la cabeza. Agarro mi celular de la cama y mi corazón salta latiendo con una fuerza bruta cuando veo el mensaje de Renzo que me mandó hace quince minutos.

Renzo: ¿Estás?

Disimulo de mí misma la reacción de mi cuerpo y le respondo antes de sacarme la toalla de la cabeza.

Yo: ¿Volviste?

Su respuesta hace vibrar mi celular.

Renzo: Hace como una hora. ¿Te puedo ir a ver?

Juro que ya no siento las piernas de solo imaginar lo que va a pasar si le digo que si. Me pierdo mirando por la ventana un rato mientras pienso qué responderle.

Pero más allá de lo que pase o no, algo dentro de mí lo mueve hacia un segundo plano cuando me doy cuenta de que me muero por verlo.

Entonces le digo que si. Él me manda otro mensaje diciendo que se va a dar una ducha y que después viene. Tiro el celular en la cama y para aliviar mi ansiedad, repaso un poco la limpieza en la sala y cocina, y también le doy su alimento a Almendra cuando logro hacer que baje del techo.

Mi corazón se acelera cuando escucho el portón de la vereda abriéndose. Dos segundos después, suenan los golpes que solo me siguen arruinando el ritmo cardíaco. Me acerco y cuando le abro la puerta, mi primera reacción es sonreír sorprendida al ver su piel.

—Hola, morocho. –le digo.

Renzo está quemado. Se ve que estuvo muy metido bajo el sol en estos días que se fue, y evidentemente sin protector solar.

—¿Se ve muy mal?

Me muerdo el labio cuando le doy una segunda pasada con la mirada.

—No. –me limito a decirle.

Solo por no responder una guarangada. ¿Se verá así en todo el cuerpo? ¿El tatuaje que recorre sus costillas también tendrá ese brillo tan apetecible?

Antes de que pueda pedirle que se saque la mangas cortas que trae para poder sacarme la duda, siento como su mirada también se pasea por mi cuerpo, pero él no finge no estar pervirtiéndome con esa mirada.

—Qué lindo pijama. –dice en un tono juguetón.

Yo bajo la mirada para disimular mi sonrisa y me subo un poco el pantalón de corazoncitos que compré en Avellaneda hace como un año y medio.

—Estudié todo el día y no tenía ganas de ponerme mi traje de gala. –le digo, mientras voy atándome el pelo en un rodete.

Renzo sonríe mientras asiente con la cabeza.

—¿Querés que salgamos un rato así descolgás?

La idea me parece buena a esta altura del día. El sol ya está bajando y por ende ya no hace tanto calor como el que hizo durante toda la tarde.

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⏰ Última actualización: 2 days ago ⏰

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