;o1: De cómo Nene danzó entre espinas

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Las calles se adornaban de flores, carteles coloridos y mujeres que danzaban en el centro de la plaza

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Las calles se adornaban de flores, carteles coloridos y mujeres que danzaban en el centro de la plaza. Altas, esbeltas y bien parecidas, bailaban en sincronía mientras dejaban caer pétalos de flores de sus manos; algunas liberaban mariposas coloridas de las anchas mangas de sus kimonos, mientras sus ojos cristalinos se encontraban con la luna tallada en cristal que yacía colgada sobre sus cabezas.

Nene veía desde lejos, con sus ojos hinchados, la piel de sus brazos mallugada y varias espinas aún enterradas en las palmas de sus manos. Con la llegada de la primavera, el pueblo hacía rituales diversos para alejar a los demonios y asegurar una buena cosecha, y aunque las fiestas que les precedían eran hermosas, los rituales eran dolorosos y traumantes.

El perfume de las flores inundaba sus fosas nasales y ella sentía ganas de vomitar. Un dolor intenso se concentraba en la boca de su estómago, mientras sentía cómo enormes raíces se enredaban alrededor de sus pulmones, aprisionándolos con fuerza. Con ambas manos apretó su pecho, arqueándose levemente ante las punzadas de dolor; su garganta se cerraba y el sonido de las flautas se desvanecía ante un pitido molesto en sus tímpanos.

Todos centraban su vista en el bello espectáculo que las sacerdotisas ofrecían, orando, cantando o simplemente admirando el vaivén de los adornos dorados en sus cabezas, con sus extravagantes peinados y refinado maquillaje. Todos ignoraban el sufrimiento de Nene, quien se desvanecía en el fondo como una sombra, una mancha borrosa en el hermoso cuadro que creaban las sacerdotisas.

Se dejó caer de rodillas al suelo, inhalando y exhalando continuamente. Los floricultores necesitan de un come flores para vivir, sin uno, las flores drenan su energía vital y crecen indiscriminadamente dentro de sus cuerpos. Cada primavera, Nene era forzada a ofrecer sus flores al festival, contribuyendo con su dolor a la belleza del espectáculo que las sacerdotisas presentaban, sin que nadie advirtiera el sacrificio detrás de la alegría.

Era un secreto a voces, no una regla definida o escrita; pero los ancianos del pueblo ya le habían advertido sobre la urgencia de emparejarse con un come flores. La alianza entre floricultores y come flores iba más allá de un simple vínculo por necesidad. Era una relación que superaba los límites del amor y la tragedia; ambos se necesitaban, se complementaban al alimentarse mutuamente. Pero ella era la primera floricultora en décadas, y el último come flores había sido sacrificado cientos de años atrás, abandonándola en una oscuridad densa y una muerte sin remedio.

—¿Nene? —la llamaron. Fuerte, clara, viril. Un timbre de voz inconfundible que estremecía a Nene de pies a cabeza—. ¿Estás bien?

Con las primeras lágrimas amenazando con escaparse de sus ojos y las impacientes magnolias dejando ver pequeños pétalos blancuzcos, la joven alzó la mirada cansada. La silueta de Fuji se aclaraba lentamente con cada parpadeo de sus ojos. Tragó saliva antes de ponerse de pie por su cuenta, ignorando la mano del joven que le ofrecía su ayuda.

—¿Estás viendo el baile? —Las esmeraldas que portaba por ojos, y que tanto habían embelesado a Nene años atrás, seguían cada movimiento de las siluetas de las jóvenes bailarinas—. Las flores de este año son muy hermosas —añadió con una sonrisa, esta vez, con su atención centrada en ella. Con su mano derecha acarició suavemente los hilos rubios de Nene—. Aunque, claro, no se comparan con tu belleza.

El estómago se le revolvía con cada palabra que Fuji soltaba y el dolor en sus pulmones no hacía más que aumentar. Él siempre fue como sus rosas, con una belleza sin igual que no dejaba ver las espinas venenosas de su tallo.

—Gracias —masculló. Sus orejas ardían y podía sentir cómo sus mejillas se pintaban de rosa con la intensa mirada de Suzuto.

—Nene —llamó. Su voz aterciopelada, dulce, tan hermosa como el trinar de un ruiseñor—. Sabes que pronto me iré, ¿verdad? —Su voz se desvanecía en un susurro.

Ella se limitó a asentir, cabizbaja. No podía evitar sentirse mal por él; iría a librar una guerra que no era suya a cambio de tierras y títulos.

—Escuché que los Minamoto están yendo a la costa de Shimonoseki, y pronto partiré para alcanzarlos —Suspiró—. Y te prometo, querida Nene, que cuando regrese, tú y yo nos casaremos —Tomó sus manos, entrelazando sus dedos fuertemente, mientras sus ojos verdosos e hipnotizantes buscaban los de ella.

—Fuji-kun... —Las palabras se atoraban en su garganta, incapaces de salir, incapaces de expresar lo que pensaba.

¿Casarse? ¿Con él? No, jamás, nunca. Eso era algo impensable, absurdo. Ella no lo amaba, ella lo quería lejos. Fuji era bueno con las palabras, era increíble con ellas, podía moldearlas a su gusto, tergiversar las situaciones a su conveniencia y tejer una red de mentiras donde todos caían... Donde ella había caído. Él sólo la quería por interés; ¡una esposa floricultora!, ¿qué tanto prestigio le aumentaría? No sólo sería un samurái con tierras y riqueza, ¡también tendría descendencia de floricultores! No serían más que espectáculos para los nobles y la corte, una atracción que le brindaría grandes conexiones. ¿Creía que ella era estúpida?

—No te preocupes —Fuji habló nuevamente—, cuando regrese, nos iremos de este maldito pueblo —Su voz áspera y molesta, contrastaba terriblemente con el tono que había usado momentos atrás—. Ya no permitiré que ellos... Te toquen —Sus ojos capturaban las heridas sin sanar de sus brazos, profundas y moradas.

Irse... Que hermoso sonaba eso. Pero escaparía de unos monstruos para llegar a los brazos de otro. Nunca tendría libertad.

—Yo... —Quería gritarle que podía morir en medio de esa absurda guerra de poder y a ella no podría importarle menos—. Supongo que extrañaré mucho a Aoi —Pero las cosas que ella quería eran las que nunca podría tener.

 Supongo que extrañaré mucho a Aoi —Pero las cosas que ella quería eran las que nunca podría tener

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Hola.

No sé hacer capítulos largos. Y sólo para aclarar: la historia se desarrolla en el período Kamakura, cuando el clan de los Minamoto se enfrentó al clan de los Taira, en la Guerra Genpei (1180-1185). Como ya están yendo a las costas de Shimonoseki, la Guerra está llegando a su fin, así que el año exacto en el que está comenzando la historia es 1185.

Quería hacer que Amane apareciera pero... Me dio flojera. :)

Adiós.

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