Pituenche P1

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Treinta y tres de las cuarenta y cinco personas que llegaron a la reunión concertaron separarse en grupos. Al comienzo no estaban seguros, pero la mezcla de ansiedad, ira, esperanza y heroísmo las hizo ponerse de acuerdo para hacer lo que en otra situación no harían jamás, ir en el ocaso del día al interior del bosque.

Era imposible recorrer toda el área, pero se organizaron en grupos para abarcar lo más posible. "hacer sonar el silbato y mandar mensaje si es posible, los que tienen armas disparar solo si es de vida o muerte" fue la instrucción final. Cada grupo en forma independiente definió quien llevaría los rifles, palos y cuchillos, que sumado a los silbatos y linternas serían sus garantías ante cualquier problema. No podían confiar en sus teléfonos móviles dado que la señal no siempre era buena, si es que la había, pero aun así era necesario que mandaran mensajes con una pequeña reseña por si alguien lograba recibirla.

Todos tenían una hora para arrepentirse o arreglar lo necesario antes de juntarse afuera de la iglesia y partir a la aventura introduciéndose en la frondosa arboleda.

Sentían miedo, sus rostros y gestos no podían ocultarlo, pero la reunión los llenó de valor y ganas de encontrar cualquier pista que los ayudara a dilucidar quién o quienes estaban detrás de los últimos sucesos en el pequeño pueblo de "el alma" y sus alrededores.

"El Alma" es una comunidad rural casi perdida en el mapa, pero con más de trescientos noventa años de vida. Una vida que muchos quieren olvidar, otros quieren mantenerla tan calma como hasta hace unos meses y otros la quieren potenciar para dar un reconocimiento especial al pueblo. Por lo primero y lo segundo es que los últimos acontecimientos han provocado una alerta, sobre todo en los más viejos que recuerdan las antiguas historias que les contaban sus padres y abuelos sobre muerte, sangre y sufrimiento cuando alguien se interna más allá de los límites permitidos.

Es un pueblo pequeño con cuatro calles de comercio familiar y una que otra oficina pública que bordean la gran plaza central. Calles y Pequeños pasajes ordenados aleatoriamente terminan por dar forma al pueblo que según el último censo habitan mil ciento seis personas. Sin embargo, dada la lejanía de más de tres horas con la ciudad más cercana ha hecho que cada vez menos se decidan por quedarse casi perdidos entre montes y cerros. En la última década han aumentado los turistas que aprovechan la belleza del sector, pero también van por el misterio que ronda a las historias que se cuentan desde hace más de dos siglos.

El grupo salió del salón de reunión hacia la avenida principal a una cuadra de la plaza. La Avenida de las flores. Como el cien por ciento de las calles estaba sin pavimentar, pero la limpieza y el cuidado las mantenían en buen estado incluso en el invierno, donde vehículos motorizados y los caballos que aún se usaban para traslado circulaban sin problema. La historia del nombre de la avenida aún abría era entre los más eruditos una gran discusión sobre los primeros años de lo que era su amado pueblo. Estaban los que se inclinaban por un concurso que se realizaba para dar inicio a la primavera donde la mayor cantidad de colores y flores era la ganadora, y al ser la calle más larga casi siempre ganaba. Otros decían que era debido a que había una pequeña zona en la plaza donde crecían flores todo el año y que estaba aledaña a esa calle. Sin embargo existía un grupo no menor de creyentes de que era por algo relacionado a una oscura superstición del pasado que no querían desempolvar, ni como verdad ni como parte de las leyendas. Incluso hace cincuenta y tres años se sacó de las historias que se solían contar a los visitantes, casi perdiéndose en el tiempo. No obstante aún se podía escuchar: "las flores eran para mantener calmado al mal acechante, por eso en cada primavera y verano, de cada alfeizar colgaban y se dejaban ver flores de varias formas y colores", "la variedad de colores se fusionaba con los tintes de los diferentes tipo de madera que se usaron y aun usan en el pueblo formando un cuadro de hermosa naturalidad. Prácticamente no hay nada con hormigón, a menos que sea realmente necesario, nada que nos desvíe de fusionarnos con la naturaleza. Somos uno con ella y debemos mantener todo en calma...en paz..."

La noticia se esparció rápidamente por el pueblo con distintas recepciones. Los habitantes de "el alma" siempre se han caracterizado por la amistad y el apoyo en momentos difíciles, sin embargo una idea tan precipitada escapaba del raciocinio de la mayoría. Decenas de personas salieron a la calle reuniéndose en la plaza con tal de averiguar, conocer y dar su opinión. Gran parte del gentío que se congregó en la plaza no pudo esconder el semblante de miedo que ha caído en ellos por años, pero un grupo principalmente compuesto por gente joven apoyó la incursión y no se guardaron las palabras para criticar la actitud poco responsable de insistir en creencias sobre leyendas infantiles.

— ¡La actitud de un grupo nos condenará a todos! — se escuchó fuerte en respuesta a los que estaban de acuerdo.

— Si es que ya no lo han hecho — se escuchó casi en coro.

— ¡Están locos, debemos protegernos y averiguar qué está pasando!.

Ramón Cannin pasaba por un costado de la plaza mirando a los concurrentes, pero no se unió a ellos <<el oscuro pasado nos perseguirá por siempre, pero no podemos vivir con miedo>> pensó en voz alta. Él es uno que hace varios años decidió mantenerse al margen de las historias, aunque reconocía que parte de las leyendas que se contaban eran tan reales como el aire que estaba respirando. Sin embargo, todo era del pasado y parte de la naturaleza, y está seguro que desconocemos mucho de lo que realmente se esconde directamente a nuestros sentidos. Está en contra de la prohibición de los límites permitidos, pero no podía negar como la mayoría de los antiguos habitantes de "el alma", que en algún momento en su juventud se internó en el bosque por curiosidad o simplemente en busca de quebrantar las reglas, y se arrepentía de eso. Tenía 18 años cuando junto a un grupo de amigos lo hicieron con la idea de acampar cinco días por la celebración del cumpleaños de Marcos Torres, un amigo que por ese tiempo era candidato a cuñado. Su hermana con quince años estuvo a punto de ir. Casi entró en la locura por perderse la excursión que había esperado por meses. Dos días antes se cayó provocándose un esguince en el tobillo el cual se inflamo y ennegreció impidiéndole pisar. Lloró desconsoladamente cuando se vio impedida de caminar, cuando vio que sus amigos partían felices sin ella y lo hizo sin poder controlar un ataque nervioso cuando volvieron contando la desgracia, el terror que vivieron y que nunca más vería a Marcos Torres. 

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