Pituenche P5

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El silbato alertó a sus compañeros de aventura, además, lograron enviar un mensaje. Los que tenían señal revisaron su celular para leer de lo qué se trataba. Se estremecieron sobre la bufanda perteneciente a María, sin embargo se alegraron por la decisión de volver al pueblo y salir del bosque. Rápidamente los tres grupos se encontraron en el segundo punto estrella donde se unían la mayoría de los senderos. Se quedaron unos minutos conversando sobre la bufanda, dándole apoyo a Roberto y recargando energía para el camino que quedaba. La noche caía con fuerza y con ello la disminución de la temperatura que no venía sola, una neblina comenzó caer sobre ellos.

En un comienzo la luz de las linternas era suficiente para iluminar el sendero, pero al pasar los minutos se comenzó a poner complejo, ya que a la poca visibilidad nocturna la neblina paso dio paso a una espesa niebla impidiendo ver más allá de cien metros. Las pisadas se hacían con cuidado, lentamente pasaban sobre ramas, piedras y troncos esparcidos en algunos tramos que conocían bien, pero ahora parecía que se escondía ante sus ojos.

La visibilidad comenzaba a complicarlos causando más de un tropezón perdiendo por momentos la concentración. La desconcentración en algunos casos no nacía por la despreocupación, sino que al contrario, comenzaba a nacer en ellos una preocupación de lo que pudiera esconderse tras las sombras, la neblina que cada vez los cegaba más y el frondoso follaje que por momentos parecía moverse con vida propia, ese miedo que se incrustaba en sus mentes y sentidos los hizo apurar el paso sin pensar en nada más que salir lo antes posible de ese lugar.

Quedaba un poco más de dos kilómetros para llegar y la neblina finalmente se transformó en una niebla que al unirse a la oscuridad de la noche prácticamente no los dejaba ver qué dirección seguían sus piernas. Estuvieron de acuerdo en descansar unos minutos para comer, beber un poco y en tono de broma hacer un conteo por si nadie se quedó atrás. Para los más jóvenes ese conteo no pasaba de una distracción, sin embargo para los más veteranos y, los conocedores y respetuosos por la historia de su pueblo sabían que era necesaria. No entraron en detalles ni corrigieron a los risueños "nuevos" como les decían, no era el lugar ni el momento para regaños ni dejar claro que las historias de sus antepasados no eran simples cuentos o fabulas infantiles. Vicente intento hablar con Roberto sobre la bufanda y su hermana, pero prefirió esperar a que llegaran al pueblo y estar algo más tranquilos.

Llevaban un poco más de quince minutos detenidos lo cual abrió la duda de la verdadera intención del descanso. La niebla estaba tan cerrada que no se veía más allá de veinte metros y ya a esa distancia todo era muy difuso incluso con los focos de las linternas. No podían seguir sin rifar el acierto del único camino que los llevaría de vuelta a la salida del bosque. Ya no era solo caminar recto, sino que debían girar en más de una ocasión y en el último tramo tenían que subir y luego bajar un pequeño monte arboleado con uno que otro obstáculo de piedras y troncos de viejo árboles caídos.

— ¿Estamos perdidos que no partimos?. Si no nos apuramos la maldición de la leyenda caerá sobre nosotros — dijo el joven Pedro riendo —. Sabes que no creo en la leyenda de algún monstruo, pero pasar la noche acá en la intemperie no es buena idea.

— Claro que no es buena idea. Y no estamos perdidos. Aprovechen de descansar mientras esperamos que se vaya un poco la niebla. No podemos seguir así, sino nos vamos a perder — dijo don Vicente con voz segura.

— Si es que ya no lo estamos. ¿Cómo sabemos que vamos bien si no podemos ver por dónde caminamos? — preguntó Nelson Gómez sentado al lado de Pedro.

La pregunta pareció golpear fuertemente a todos. Nadie respondió con claridad. Se detuvieron para esperar, descansar y conversar sobre el actuar en caso de que no se disipe la niebla, pero siempre considerando de que caminaban por el camino correcto. Sin embargo nadie podía asegurar en que tramo estaban, solo podían especular. En ningún momento habían pensado que por culpa de la espesa niebla se habían desviado mucho antes y esa idea eso comenzó a inquietarlos.

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