Nolan sabía que Day lo intentaría evitar.La conocía tan bien, que sabía que una vez con la cabeza fría, le daría temor todo aquello que les estaba sucediendo y querría huir.
Es por eso que, cuando observó la figura contorneada de Japón en aquel panfleto y asoció su forma con su mapa, decidió guardar la jugada para cuando se le acabaran las ideas. El problema era, que Day había mejorado mucho en escapar de las cosas. Porque en los tres días transcurridos desde que sus madres se fueron, apenas si había podido verle el cabello pasar por los pasillos.
Para su buena suerte, ese día terminaba su suspensión, por lo que, en cuanto la vio charlando con Jessica en su casillero, aceleró el paso hacia las chicas.
—¡Day!
Lo vio por la fracción de un segundo, volteó a los lados nerviosa, y cerró su casillero acelerada.
—¡Diablos! —dijo distraída—. Olvidé la hora, debo irme.
—¿Qué? ¿A dónde? —preguntó Jess confundida.
—¡Voy tarde al ballet! —gritó desde la salida, sin alentar el paso.
La vieron perderse en la distancia, salir a trompicones de la escuela, y Nolan se quedó de pie junto a Jess haciendo una mueca de decepción.
—Pensé que no practicaba los martes —dijo ella.
—Así es.
La pelirroja le dedicó una sonrisa fruncida y se encogió de hombros con empatía.
—Los exámenes la tienen distraída —explicó comprensiva, y Nolan entornó los ojos con juicio, porque le parecía que detrás de esa excusa, ocultaba mucho.
—Claro —respondió escéptico.
Despidiéndose con la palma y en silencio, se alejó de ella.
Se encaminó a la salida, y decidió, que ese día no tomaría el autobús, porque necesitaba pensar, y qué mejor manera que hacerlo con el atardecer sobre él.
Así que ahí estaba, andando con los hombros caídos, observándose los zapatos. Preguntándose, ¿qué ocurrió al día siguiente de su encuentro para que Day lo evitara de esa manera? ¿Cómo habían girado las cosas así, donde él dejó de huirle para ser ella la escapista?
Lo evadía como si padeciera lepra y colocarse a un metro de distancia la fuera a contagiar. Y él, aunque se moría de ganas por probar el dulzón de su boca de nuevo, la extrañaba a ella, a su compañía. Casi una semana sin cruzar nada más que un par de palabras, comenzaba a enloquecerlo.
Era fácil ignorarla cuando nada había ocurrido, pero después de aquella íntima unión, de que su mente dejara la imaginación por un recuerdo real, le parecía imposible y demasiado doloroso.
Entró en casa, arrastrando los pies, y subiendo los escalones hacia la planta superior a pasos pesados. En cuanto dobló y visualizó el pasillo, le pareció ver su puerta cerrar en un movimiento apenas perceptible. Entornó los ojos y pudo captar la sombra de sus pies por la ranura bajo su puerta, bien quietos. Casi le parecía verla con la oreja pegada a la madera, esperando por escuchar que se encerrara en su alcoba para poder salir a escondidas.
Negó a sus adentros mordiéndose la sonrisa, soltó el aire frustrado, empuñó las palmas, y caminó decidido hacia su puerta. Alzó su mano hacia el picaporte, pero se detuvo en el trayecto, vacilando si sería lo correcto, puesto que aunque era Day, la Day de siempre que creció a su lado e irrumpió en su habitación cientos de veces, al mismo tiempo, ya no lo era. Había cambiado, ambos lo hicieron desde aquella noche.
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Entre mapas
RomanceJude y Anna son dos universitarias que comparten todo: el apartamento, la amistad, los estudios y los fracasos. Tras experimentar matrimonios fallidos, quedan a cargo de sus hijos y descubren que el sistema no apoya a las madres solteras. Desalentad...