Capítulo 28

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Se había portado mal toda su vida. No podría contar la cantidad de diabluras que había hecho, hasta ese día. Pero ninguna como esa. Ninguna tan humillante.

Le parecía tan degradante y bochornoso, que ni siquiera fue capaz de contárselo a ninguno de sus compañeros con los que siempre estaba.

Es por un bien mayor, se repitió.

Sin botas no podía marchar, ni andar, ni hacer ninguna práctica. Sin prácticas reprobaba materias, sin materias perdía la beca, y sin beca, no podía pagar el tratamiento. Así que... Que lo perdonara el cadete a quien le robaría la cinta, pero necesitaba pegar su bota porque ya no daba una más.

Miró para un lado, después para el otro. Garantizó que no hubiera nadie cerca, tragó saliva con esfuerzo, dio un paso precavido y se situó frente a la maleta ajena sobre la banca en los vestidores. Tiró del cierre con cautela, garantizando no producir un sonido que alerte a algún soldado próximo. Metió la mano y maldijo entre dientes al no encontrar tan pronto el objeto de su interés.

Revolvió el contenido y hundió más el brazo con frustración. Peló los dientes y apretó los párpados, como si el dejar de mirar aumentara su sentido del tacto y agilizara su búsqueda.

Bingo.

Sintió el círculo de cinta plástica adhesiva y tiró de él, sonriendo orgulloso al verlo en su palma.

—¿Qué coño estás haciendo?

Se alejó de un salto de la maleta, soltándola acelerado y provocando que esta callera al suelo. Nolan miró a Rogers envuelto en pánico, y en un patético intento por parecer inocente, recogió la maleta y la acomodó nuevamente en la banca.

—Y-Yo... Estaba abierta y quise cerrarla.

—Tenías medio cuerpo adentro —juzgó irónico—. ¿Qué tienes en la mano?

—Nada —gruñó a la defensiva, ocultando la cinta tras su espalda—. Bennet no está aquí para que le lamas las pelotas. Es tu palabra contra la mía.

—¿Y quién mierda ha dicho algo de delatarte? Menudo llorón.

—No sabes hacer otra cosa.

—Quizás en el internado. Se tiene que estar demente para ser un soplón aquí.

—O ya sabes, ser un puto hombre con decencia.

—Díselo a la cinta que escondes ahí, gilipollas.

Sintió el calor subirle a la cara, soltó el aire frustrado, y metió nuevamente el objeto en la maleta.

—Se cayó cuando...

—Cuando intentaste cerrarla —respondió sarcástico—. Lo escuché la primera vez.

Decidió ignorar su comentario desdeñoso y abrió su casillero mientras se quitaba la playera empapada en sudor. La evaluó, tan vieja como sus botas, y pensó, que aún tenía otra en mejor estado, y que quizás podría hacer tiras con esa para amarrar sus botas.

Podría funcionar. No, tenía que funcionar.

Bufó frustrado. Una solución demasiado evidente, y negó resignado, porque en algo tenía que pensar.

Rogers terminó de alistarse, y al alzar sus cosas, una hoja escapó de su mochila, deslizó por el aire y cayó frente a Nolan.

No iba a agacharse por ella. Ni loco movería un dedo en favor del imbécil de Rogers, pero el título en letras gruesas en la parte superior del papel, lo hizo aguzar la mirada e inclinarse atento para tomarla entre sus manos.

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