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Steve POV

No vi aparecer a Natasha en ningún entrenamiento conjunto más desde que se fue con Barnes, el soldado Barnes. A veces, cuando me tocaba ir de un módulo a otro, la veía en los circuitos, practicando sola, y en algunas ocasiones incluso juraría escuchar sus sollozos mientras entrenaba, pero yo ya no podía hacer nada. Las palabras de Margaret en mi sueño se me clavaron en la mente, de forma que cada vez que mi mirada se cruzaba con aquellos ojos verdes, volvía a repetirse la pesadilla.

Llegó el día en el que partíamos y en el cuartel hicieron un acto para desearnos suerte a los que nos íbamos, mientras subíamos al avión con la marcha de The Army Goes Rolling Along, la oficial de la U.S. Army. Estuvimos jurando la bandera estadounidense, y a los reclutas se les entregó el uniforme de soldado. Notaba la mirada de Natasha clavarse en mí, pero no quería mirarla, no después de que ella se fuera de aquella forma tan repentina y luego de eso no me dirigiera la palabra. De acuerdo que quizá fui un poco brusco, pero... es mi forma de ser.

En el avión, yo temblaba. Podría haber superado cualquier cosa, podría considerarme el hombre más fuerte del mundo, pero el miedo a las alturas seguía latente en mí. No presté atención a nada a mi alrededor, solo cerraba los ojos mientras sentía las cosquillas en mi estómago, claro síntoma de que el avión estaba despegando. De pronto, sentí una suave mano agarrar la mía, y no fue hasta que abrí los ojos curioso por saber quién era, que vi a Natasha sentada a mi lado. ¡Venga ya! Puto destino, ¿encima la ponen a mi lado?

-¿Te encuentras bien? Estás muy pálido.
-También tienes un poquito de miedo a las alturas, ¿no?- Soltó una pequeña risita y yo no pude evitar sonreír dándole un golpe en su hombro con el mío.

-Nat, cállate.- Dije mirándola a los ojos con una sonrisa en el rostro, y el tiempo se detuvo, porque nos quedamos mirándonos fijamente en lo que hubiera podido jurar que eran minutos, mientras, notaba sus dedos acariciar los míos lentamente, y entonces entrelacé los míos con los de ella. Nos estábamos inclinando mutuamente cuando algo me hizo sobresaltarme, y es que Lucy se asomó por su asiento, delante de mí.

-¡Rogers, mira qué alto!- Dijo en un grito y consiguió que diera un salto en mi asiento por haber interrumpido mi tranquilidad. La miré entrecerrando los ojos, hasta que vi otra chica asomarse a su lado.

-Capitan Rogers, tienes una amiga muy guapa.-Dijo aquella chica, entre ellas dos se miraron, y si no conociera a Lucy, diría que no pasa, pero aquella mirada significaba que ya al menos se habían comido la boca.

-¿Y tú quién eres, si se puede saber?- Dije en mi tono frío, notando el apretón en mi mano por parte de Natasha.

-Me llamo Verónica, pero puedes llamarme Vero.- Me guiñó un ojo bromeando, y Lucy soltó una carcajada bobalicona, y entonces se sentó de nuevo, mientras la tal Vero se sentaba también.

-Vale, eso ha sido muy raro.- Dije en un susurro para que me escuchara Natasha, pero ella no me respondía. -¿Nat?- Dije mirándola y vi que se había quedado dormida ¿cómo podía tener esa facilidad de dormirse tan rápido? Puse mi mano en su mejilla para que recostara la cabeza en mi hombro, y me tomé la libertad de acariciar su mejilla, apartando un mechón de pelo que caía por esta, llevándolo atrás de su oreja. Di un beso en su frente dejando mis labios apoyados en su piel cerrando los ojos con un suspiro leve, entonces susurré rozando su piel con los labios. –Ojalá pudiera estar ella aquí para impedirme estar sintiendo cosas por ti.- Aproveché que ella dormía para hacerle esa confesión que yo llevaba pensando varios días.

Las horas de viaje fueron largas, las cuales me las pasé o durmiendo, o comiendo, o hablando con Lucy o simplemente jugando a las palabras encadenadas con Natasha cuando despertó. No jugaba a aquello desde que era un niño, y me puso feliz volver a recordar mi niñez, porque yo siempre era muy terco con mi madre para jugar a eso, así que... ¿por qué no?

Capitan Rogers- RomanogersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora