Mi corazón debe haber crecido tres veces en las últimas 24 horas. O puede ser que me haya vuelto más inteligente. Ese día decidí ponerme en marcha, así que organicé una reunión con mi proveedor, el Sr. Abbernathy.
La mañana era cálida y soleada, así que elegí el lugar perfecto para tener brunch en el Alexander Palace, un hotel muy conocido con las vistas más hermosas de la playa. Y, coincidentemente, era propiedad de uno de los socios de mi padre.
―Espero recibir su pedido para finales del semestre, pero la aduana me ha estado molestando últimamente―, comenta el Sr. Abbernathy mientras revisa el menú.
Me inclino hacia atrás. El camarero viene a tomar nuestro pedido, apenas le doy una miradita a la comida, pero me aseguro de pedir el Lancaster Malbec, que se lanzó recientemente y no he tenido la oportunidad de probarlo en una ocasión apropiada.
―No estoy tratando de apresurarlo, pero toda mi colección depende de usted―, insisto, tratando de endulzarle un poco la píldora.
―No es que no esté haciendo todo lo que puedo―, continua un poco sonrojado, ―pero puede entender que al haber hecho el pedido bajo una empresa fantasma esto levante algunas preguntas― concluye Abbernathy, casi disculpándose con la mirada.
Puedo entenderlo, sí. He tenido el sueño de convertirme en diseñadora desde muy joven, es mi único y verdadero amor. Pero con mi historia familiar, sé que el público lo pensaría dos veces antes de darme una oportunidad. En el mundo de la mafia moderna, todas las luchas tienen que ser silenciosas.
―No estoy tratando de presionarlo demasiado, solo asegúrese de que el pedido se haga y nos ocuparemos de los contratiempos cuando lleguen―, le aseguro. Sé que soy relativamente nueva en esto y necesito hacer algunos amigos, por lo que la confianza es imprescindible.
Llega la comida y me aseguro de que Abbernathy disfrute de la suya antes de empezar a probar la mía. El sommelier abre una nueva botella frente a mí y me sirve una copa pequeña de líquido morado oscuro para que la pruebe. Hago girar la bebida, el olor me golpea primero. Es extraño. Tomo un sorbo, aún más extraño. No puedo sentir el tabaco, la cereza negra o las violetas. Percibo las frutas, pero el sabor es intenso, las notas ácidas fuertes. Este no es un vino Lancaster.
―Lo siento señorita―, dice el empleado en tono de disculpa, puede ver por mi cara que algo anda mal, ―si este vino no es de su gusto tenemos muchos otros.
―No, discúlpeme. Simplemente no sabe como de costumbre―, dejo la copa de vino en la mesa.
El sommelier vuelve a tapar la botella y me trae la carta de vinos de nuevo, casi con insistencia.
―Probablemente sea un lote malo, tenemos mejores vinos si desea probarlos. Tal vez un syrah de Thorne o su sauvignon, tal vez...
Dejo de escucharlo. Ya no estoy en esta conversación. Mi cabeza está dando vueltas y no me gusta hacia dónde va. Le digo que me traiga un vaso de agua y cuando el señor Abbernathy termina su plato, doy por terminada la reunión.
Estoy furiosa, pero no puedo demostrarlo. En momentos como este, cuando solo veo rojo, trato de canalizar toda mi energía en mi trabajo. Así que me dejo caer en el taller para despejarme.
La espaciosa sede se encuentra encima de la galería, que se construyó cuando yo todavía vivía en Francia y me estaba haciendo un nombre desde las sombras.
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El Maridaje Perfecto [Esp.]
RomanceEmma Lancaster es la heredera del conglomerado de alimentos y vinos más grande del país. En secreto, sueña con convertirse en una reconocida diseñadora de moda. Luca Marconi se espera que dirija el negocio hotelero multimillonario de su padre, pero...