IV. Luca

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―No lo arruines ―me dice mi padre, más bien exige, con su ceño fruncido dirigido hacia ventana del asiento trasero.

Suspiro. Estos últimos dos meses han sido de mucho trabajo duro, y mi padre no me lo estaba poniendo más fácil. El trato que le conseguí con los Lancaster, que en cualquier otro momento me habría valido al menos una pequeño gesto de aprobación, ahora mismo era lo único que impedía que mi padre me asesinara.

―No te preocupes, padre, sé cómo funcionan estas cosas. No lo arruinaré ―trato de tranquilizarlo, pero no lo consigo.

―Y una mierda ―se burla y termina una conversación que en realidad nunca empezó.

Intento no hundirme en mi asiento, para no darle a mi padre la satisfacción de la victoria. Pero no puedo evitarlo.

Desde la primera vez que conocí a Emma Lancaster, he sentido que mi mundo no ha dejado de girar. Bien podría haber salvado mi empresa, pero en el fondo no puedo sentirme agradecido, no cuando la verdad es mucho más de lo que ella sabe.

Nunca tuve la intención de heredar el negocio de mi padre y él hizo lo imposible para asegurarse de que así fuera. La única persona que siempre me apoyó fue Ron Whiter, Ronnie para los más cercanos, un socio comercial de mi padre de toda la vida y un amigo de la familia.

En su momento, Ronnie había perdido las riendas de su vida y con ello la mayor parte de su dinero; aun así, su mente era tan afilada como un cuchillo y, lo más importante, me respaldaba. Me enseñó todo lo que sabía, me dio mis primeros contactos y palabras de aliento cuando las cosas se pusieron difíciles.

Él era el padre que siempre quise tener. Por eso duele saber la verdad.

Habían sido un par de días lluviosos, tal vez para evitar que mi estado de ánimo mejorara. Estuve dándole vueltas al asunto una y otra vez, y a esta altura me estaba volviendo loco.

Tal vez Emma estaba equivocada, ¿sabes? Ella no tiene idea de lo que habla, no, no... Digo esto mientras sostengo los documentos que encontró en uno de mis autos, que dicen lo contrario.

Me recuesto en la silla, tratando una vez más de recomponerme. Las puertas de vidrio de mi oficina se abren y Ronnie entra pavoneándose sin mucha preocupación. 

―Mi muchacho―, dice con una gran sonrisa; sus palabras duelen. ―¿Qué se cuenta?

Apenas puedo mirarlo cuando le tiro los archivos; a los que Emma me había dado, he agregado algunos míos; incluí fotos, una más comprometedora que la otra. Veo en su rostro como se desanima.

―Luca, no sé qué piensas...

―No es lo que yo pienso, Ronnie― lo interrumpo, ―es lo que tengo frente a mí.

Puedo sentir que mi sangre comienza a hervir.

―Sabes cuánto me esforcé para que este negocio funcione, cuánto trabajamos NOSOTROS―, golpeo la mesa. ―Y tú haces esto a mis espaldas ―me inclino más cerca.

Su rostro se contrae; no sé si se siente culpable o simplemente sorprendido de que lo haya pillado.

―Sé cómo puede parecer esto, pero no es lo que piensas ―dice Ron, la piel alrededor de su boca comenzando a tensarse.

―No me importa cómo se vea, sé lo que es esto ―afirmo, cansado de sus tonterías.

Reviso las fotos hasta que encuentro la que estoy buscando y se la restriego en la cara a Ron. ―Y esto ―señalo a la imagen congelada de una grabación de cámara. En ella se puede ver a Ron, en al puerto, comerciando quién sabe qué con algún delincuente.

El Maridaje Perfecto [Esp.]Where stories live. Discover now