Cuando era más joven, tal vez 15 años, era mas bien tímida. No hablaba mucho, y por eso no pude hacer muchos amigos. Fui a una escuela exclusiva donde todos eran tan ricos como yo, si no más, por lo que no tenía nada que me hiciera especial.
Bueno, tal vez una cosa: ser la hija de un ex jefe de la mafia, lo que por el contrario me convertía en una paria. Nadie me hablaba, solo sobre mí; los niños chismorreaban en los pasillos y me evitaban como a la peste. Me gustaba estar sola, aunque hubiera querido tener alguien con quien charlar.
Fue entonces cuando lo conocí. Su nombre era John Cummings. Acababa de cumplir 22 años cuando lo vi ese día lluvioso. Debido al clima no podíamos salir, así que nuestro profesor de educación física canceló la clase. Se suponía que debía esperar a que el chofer me recogiera, pero no tenía ganas de quedarme con mis compañeros de clase solo para que no me hablaran durante una hora.
Tomé mis cosas y salí mientras caía una pequeña llovizna. Nunca había hecho algo tan rebelde y, mirando hacia atrás, no debería haberlo hecho. Había logrado pasar el control de seguridad cuando algo me golpeó, o mas bien alguien.
Justo al lado de nuestra escuela había un pequeño callejón adyacente a un centro comercial, donde los alumnos generalmente se juntaban para fumar para que los maestros no los molestaran. Esta vez, se había reunido un grupo de jovenes, pero no solo estaban fumando. Estaban en medio de una pelea cuando arrojaron al más pequeño del montón en mi dirección, arrojándome al pavimento mojado.
Se estaban riendo de mí; todavía estaba con mi uniforme escolar, mi falda se había ensuciado y mis calcetines estaban mojados dentro de mis oxford. Todos esos años de instituto no habían conseguido hacerme sentir tan tonta como en ese momento.
―Cállense la boca― gritó alguien por encima del ruido, incluso la lluvia pareció calmarse por un segundo bajo su orden.
Levanté la vista. Era alto, mucho más alto que los otros. Se había inclinado, extendiendo su mano para levantarme, así que pude verlo mejor: tenía ojeras, claramente por no dormir, y dos cicatrices, una en la mejilla izquierda y otra en el puente de la nariz; se la había roto recientemente.
Observé su gesto atontada.
―Vamos― sonrió engreído, ―no puedo dejar que una chica hermosa sufra en este clima.
Hablaba con tanta calma, casualmente y con tanta facilidad que me quedé allí, mirándolo. Su cumplido no había pasado desapercibido, pero traté de recomponerme cuando le dije ―Puedo valerme sola, muchas gracias.
Me las arreglé para ponerme de pie sin su ayuda.
―Si fueras mía, ni siquiera tendrías que pensar en hacer algo por tu cuenta― se inclinó para susurrar; sus compañeros ya habían hacían el tonto con otra cosa, como si esto fuera normal en él.
―Afortunadamente no soy objeto, así que no pueden tenerme― me sorprendí a mí misma con la valentía con la que hablé. Aun así mis mejillas se pusieron rojas; ningún chico me había dado ese tipo de atención.
Pronto descubriría que a John no le gustaba que lo desafiaran de esa manera, quería ejercer el control en todo momento. Así que se propuso conquistarme y lo logró.
Poco a poco comenzó a aparecer sin previo aviso en mi escuela, en mis actividades extraescolares, en los eventos a los que asistía y en los lugares que solo yo conocía, donde me gustaba estar sola. Aprendí que no había forma de escapar de él, así que mi corazón confundió sus acciones con amor.
Y cuánto lo amaba. Se había convertido en mi primer novio, mi primer beso, mi primer... todo. Me hizo sentir especial y comprendida como nadie antes. Donde antes yo era invisible, él se aseguró de que yo fuera el centro de atención. Donde antes yo era silenciosa, él se aseguró de que me escucharan.
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El Maridaje Perfecto [Esp.]
RomanceEmma Lancaster es la heredera del conglomerado de alimentos y vinos más grande del país. En secreto, sueña con convertirse en una reconocida diseñadora de moda. Luca Marconi se espera que dirija el negocio hotelero multimillonario de su padre, pero...