Capítulo 12.5

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Cada día, bajo el manto de la noche, lo que más añoro es a ella, mi luz entre las sombras. Era tan hermosa como la primera nevada del invierno, su piel blanca como la nieve, pura e intocable, y sus ojos, tan azules como el océano, profundos, capaces de arrastrarme en cada mirada. Su cabello, azul como la noche más oscura, caía en cascadas suaves que siempre quise enredar en mis dedos. Pero ella, mi estrella lejana, era más fuerte de lo que mostraba. Su apariencia rígida no era más que un escudo, porque por dentro ansiaba la libertad de una mariposa, danzando en el viento.

Lo que no sabía, lo que quizás nunca entendió, es que las mariposas, al igual que las flores que tanto amaba, tienen vidas efímeras, destinadas a desvanecerse en el breve esplendor de su belleza.
Pero yo, que la amaba con cada aliento, no quería que desapareciera. Quería convertirla en una estrella, brillante e inmortal, una que viviera por siempre en el firmamento. Las estrellas no se apagan tan fácil; permanecen, vigilantes, por eras interminables.

Pero el destino tenía un camino para nosotros, un final que intentamos cambiar, y al final, terminó por condenarnos. Sus manos ya no buscan las mías, y sin embargo, siento su ausencia como una herida abierta, que nunca cierra. Las estrellas parecen más frías cada noche, y su brillo no alivia mi dolor. Y entonces, la veo. Donde los colores se mezclan como pinceladas en un lienzo. Los pétalos vuelan a su alrededor, acariciando su piel, mientras ella baila, ligera, como si el mundo no existiera más allá de ese momento.

Sé que nuestras almas no pueden encontrarse tan fácilmente. Hay fuerzas que nos alejan, barreras que no puedo romper, al menos no todavía. Pero haré lo imposible, retaré al destino, forzaré al cielo mismo si es necesario, hasta que nuestras vidas se entrelacen de nuevo. Y mientras tanto, la dejaré en su ensoñación, en ese sueño etéreo donde espero que siga danzando, libre como siempre deseó ser. Y cuando el momento llegue, seré yo quien la despierte, con una promesa de eternidad.

Hasta entonces, seguiré mirando las estrellas, esperando el día en que te tenga en mis brazos, mi princesa, mi estrella oscura. Mi Yelena.

No me gusta pensar en ello, pero es todo lo que hago

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No me gusta pensar en ello, pero es todo lo que hago. Lo perdí todo en una sola noche. Mientras sostenía al bebé en brazos, y el fuego devorada lo poco que quedaba del castillo, pensaba en ella. En sus ojos, su sonrisa, el sonido de su voz. Estaba tan absorto en mis recuerdos que no me percaté de la sangre que bajaba por mi rostro. Había perdido el ojo derecho.

La bebé se parecía a mí.
Decir que la amaba desde el principio sería una mentira. ¿De parecerse a ella, sería diferente? Tal vez. Pues en cuanto dejó de llorar...no sentí nada. Llámenme insensible, pero no logré encariñarme, yo quería a mi esposa.

«No puedo perdonarte por lo que hiciste, y aún así...te extraño tanto. En cuanto terminé con esto haré que vuelvas conmigo. Por las buenas, o por las malas.»

»

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⏰ Última actualización: Sep 24 ⏰

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