The Illusionboard

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Vi una tabla de ilusión, de esas tecnológicas, con prometedoras actualizaciones elevados al infinito.
No supe qué decir, todos estaban tan conectados y yo confundía mi flebitis con mi antiguo cableado.

Cuando estás desconectado la realidad duele, es una jaqueca permanente, ellos le llaman prevalencia de virtualidad. Pero, ¿de qué sirve desconectarse si cuando abro la puerta veo a esa mujer despotricando contra mí y luego estando triste por la realidad?

Veo el nivel de los créditos, aunque siempre fluctúan, han subido por unos cuántos puntos, quizá al final del día tenga un aumento razonable de 0.4%, aunque mi asistente predice, por lo general, de más. Suspiro un momento, veo un aviso donde los cavadores han aumentado en número, se deben haber conectado. Qué fiasco, todas las redes hablan de un ilusorio tiempo mínimo que nadie cumple porque prometían qie la IA haría todo por la riqueza de todos, el bien común ha llegado, era el eslogan mundial, pero de algún modo, millones de cavadores y agentes similares se siguen conectando, para hacer lo que la IA debe hacer por ellos, muchos de ellos sin resultado.

Creo que muy pocos quieren la realidad actual, ni confían en la IA, la virtualidad es el lejano oeste, pero a diferencia de aquella época, la naturaleza no era tan implacable como la IA, aquélla no podía crear algo de la nada, aunque fuese virtual, no podía cambiar el escenario en segundos, salvo esporádicas catástrofes. Aunque debo corregirme, no lo hace de la nada, lo hace de energía, y cada vez más energía, mientras la gente en la realidad sobrevive en un eterno racionamiento de energía, por el bien del planeta.

Escucho a la mujer quejándose sin sentido y cuando salgo para suplirme de líquido vital, me mira con los ojos despojados, como si me mirara a distancia y con cierto odio desganado. Tomo el líquido, lo recambio en mi dispensador, reviso el sistema, el menú, y me conecto.

Otra vez aparece la publicidad de la plataforma ilusoria a esa tanda, pero le han agregado hormonas, porque me siento en una inevitable euforia. Odio cuando lo hacen. Me dejo llevar, porque es irresistible, y después del frenesí mis niveles decaen, mi productividad cae, pero casi siempre, la excitación de ese cóctel de hormonas me ha hecho que adquiera alguna o todas las actualizaciones. Solo en ese instante me pregunto, si aquella mujer de queja interminable, es mejor que yo, un excavador adaptado.

New Breed City (Micro relatos) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora