La hora del almuerzo había terminado, y todos los empleados se estaban desplazando hacia sus oficinas.
George y Paul conversaban sobre temas banales, como el clima, las noticias del mundo y alguna otra ocurrencia de ellos. Por detrás les seguían John y Ringo, con John mirando de manera asesina a George.
Paul y Ringo se dedicaban pequeñas miradas, sonriendo a medias porque cada uno sabía su pequeño secreto.
Cuando llegaron a la oficina, cada uno se fue colocando en sus puestos correspondientes.
Paul y Ringo tenían mucho cuidado de esconder a sus criaturas. Paul, asegurándose de que Mini Paul estaba bien oculto en su bolsillo, se sentó en su escritorio y comenzó a trabajar en unos documentos. Ringo, por su parte, mantuvo a Mini Ringo en un compartimento seguro de su escritorio, tratando de evitar cualquier movimiento que pudiera llamar la atención de los demás.
Las horas pasaron, y mientras la tarde avanzaba, Paul y Ringo se encontraban intercambiando miradas cómplices, sabiendo que estaban compartiendo un misterio que los demás aún no comprendían.
Aunque tenían muchas preguntas sin respuesta, ambos sentían un pequeño consuelo al saber que no estaban solos en esto.
John, sin embargo, seguía frustrado, deseando encontrar una manera de acercarse a Paul. Se prometió a sí mismo que encontraría una forma de ganarse su atención y resolver de una vez por todas los sentimientos que llevaba dentro.
Mientras tanto, la oficina seguía su curso habitual, con todos los empleados enfocados en sus tareas, ajenos a los pequeños secretos y tensiones que se desarrollaban a su alrededor.
John había logrado cerrar 10 contratos en la última hora, y emocionado, se giró hacia su compañero:—¡Ringo!, ¡Mira la increible cantidad que contratos que he podido lograr en esta...!
El castaño detuvo un momento su entusiasmo, al ver que el de ojos azules estaba mirando totalmente rígido un mensaje en su celular. Aclarando su garganta, le preguntó:—¿Qué pasa, Ringo?
Ringo, con la voz quebrándose un poco, explicó:—E-es Maureen... Me ha enviado unos mensajes muy dulces, pidiéndome perdón por el daño que me causó...
Rápidamente su colega frunció el ceño, incorporando su postura:—¿Y qué te escribió para que pueda ser tan dulce?
El castaño de ojos azules tenía un nudo en la garganta, con la mente nublada, respondiendo de manera automática a la pregunta de su compañero—D-dice que... a futuro podríamos volver a intentarlo cuando ella esté clara sobre... sus propias emociones.
John negó con la cabeza, claramente molesto:—¡No puede andar rompiéndote el corazón así!, ¿Qué clase de persona desalmada es?
John exclamó esto un poco demasiado alto, lo que hizo que algunas cabezas se giraran hacia su dirección, pero no le importó. Ringo intentó bajarle el perfil:
—John, por favor... No hagas una escena... No quiero llamar la atención.
Pero John, en un arrebato, le agarró el teléfono y se lo sacó. Inflando sus mejillas de manera cómica, empezó a escribirle algo rápido a la chica al otro lado de la pantalla.
—¡No, John! ¡Déjalo, por favor! La herida aún está fresca —pidió Ringo, angustiado e intentando arrebatarle el teléfono celular.
Paul observaba desde su mesón toda la escena, atento a cada movimiento. Incluso le dio permiso a Mini Paul para poder ver la escena, también sorprendido por el alboroto.
John finalmente envió el mensaje a Maureen y le devolvió el celular a Ringo, sonriente por su fechoría.
—Listo. Le he mandado un mensaje que no va a olvidar —dijo John, triunfante ante su acto.
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The (Little) Beatles ; McLennon
FanficPaul McCartney es un secretario de la oficina de Apple Corps. Su rutina de vida es común y corriente: trabaja en su escritorio, obedece a las órdenes de su jefe George Martin y evita a su excéntrico compañero de trabajo John Lennon. ¿Qué ocurriría...