Capítulo 4.

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Luego de un largo transcurso de viaje en el transporte público, Paul llegó a su hogar, una sencilla casa con una cocina, una sala de estar, una chimenea, dos habitaciones y un baño. Dejó su maletín con correa y abrigo en la entrada y sacudió un poco sus cabellos para desestresarse, dirigiéndose a la cocina para prepararse un té. Mientras el agua se calentaba, se fue a su habitación para cambiarse de ropa, poniéndose algo más cómodo y hogareño, incluyendo unas pantuflas.

Cuando finalmente escuchó el agua hervir, bajó al primer piso, vertiendo el agua caliente en una taza con una infusión de té de manzana y canela que tanto le gustaba. Decidió sentarse en su pequeña sala de estar para disfrutar de un momento a solas. Observó cómo en la esquina de la habitación reposaban una guitarra y un bajo, cada uno en su debido soporte.

Pensando vagamente en la conversación que había tenido con Lennon, decidió que tal vez podría volver a tocar el bajo.

Hacía rato que no lo tocaba y sentía que hasta se le había olvidado cómo se hacía, desde la última vez que su exnovio había estado en su hogar.

Sacudió un poco su cabeza para alejar esos pensamientos de su mente, y tomando otro sorbo de su té, se dirigió hacia el bajo, acomodándolo y viendo si estaba afinado. Sus dedos temblaron un poco al recordar a su exnovio, que lo motivaba a tocar.

Paulie, ¿te he dicho que eres un gran músico?—Un beso en sus cabellos hizo sonreír al azabache, mientras el otro hombre se posicionaba a su lado, con un sándwich de mermelada en mano.

—Sí, claro...—Paul negó con su cabeza, mientras tocaba una breve melodía en su bajo—Ya sabes que esto es solamente un pasatiempo, cariño.

Una sonrisa se posó en los labios del contrario, con un poco de mermelada en la comisura de sus labios:—Tú eres mi gran músico, mi ídolo musical por el cual las adolescentes gritarían por tener un gramo de ti.

Paul rió por la ocurrencia de su novio, mientras le limpiaba suavemente con un dedo la mermelada que yacía en la comisura de los labios.

—Bueno, tú tienes todo de mí.—rió divertido el azabache—Mi mente, mi cuerpo y mi corazón son tuyos.

Rob abrió sorpresivamente sus ojos, con un brillo particular en ellos, mientras dejaba su sándwich a un lado, y lentamente le quitaba el bajo a su lindo novio, dejándolo a un lado de ellos.

—Paul McCartney, te amo mucho.—y sin aviso, el contrario se lanzó encima del azabache en un fuerte abrazo, mientras repartía varios besos en la cara de Paul—Te amo, te amo, te amo mucho, Paulie.

Su mente se había disociado, sintiéndose vacío por dentro. Cerró fuertemente sus ojos, intentando no dejarse dominar por los recuerdos, y empezó a tocar notas sin sentido con el bajo. Se quedó mirando el instrumento por instantes, recordando las noches en que su exnovio y él solían tocar juntos, compartiendo sueños y melodías.

Amor... ¿está todo bien?—habló Paul desde su sillón, viendo que su novio se encontraba tocando con su guitarra, pero sin prestarle mucha atención a su pareja.

Paul sentía a su pareja más distraído, más distante, como que ya no hablaban tanto como antes, y Paul percibía ese cambio, ¿qué había ocurrido?

—¿Mhm?, ¿Qué dijiste, Paul?—habló su novio, mientras rasgaba su guitarra sin ritmo.

Paul suspiró, acomodándose en el sillón de la sala de estar:—¿Te ocurre algo?, te siento, mhm... diferente...—Paul quería arreglar las cosas, lo que fuera que estuviera pensando su novio, lo podían hablar:—Cualquier cosa que te esté pasando, lo podemos resolver, ¿verdad?

The (Little) Beatles ; McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora