Fermín López x Lamine Yamal

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"Your lips, my lips, apocalypse."

***

El Barça acababa de ganar, probablemente, uno de los partidos más importantes de la temporada. Estaban a solo dos puntos de asegurarse la victoria de La Liga.

La gran mayoría de los jugadores estaba, como cabría esperar, rebosante de alegría. Eran solo unos pocos los que no querían cantar victoria aún, pues todavía no habían ganado.

En medio de toda la emoción que se estaba sintiendo en el vestuario, Raphinha propuso ir a un restaurante para celebrar su casi victoria.

-¡Poneos elegantes, pero tranquilos: que después hay fiesta!

Los futbolistas silbaron y vitorearon, ahora aún más emocionados por la fiesta que venía.

***

Lamine volvió a resoplar. Ya llevaba quince minutos delante del espejo, tratando de arreglar el intento de nudo que le había hecho a su corbata.

Oyó a lo lejos el sonido de un coche: Fermín. Maldijo por lo bajo, bufó (otra vez) y se dispuso a salir de su piso, con la parte superior de la camisa desabotonada y la corbata hecha un caos.

Cerró la puerta del edificio y se acercó al coche de su... amigo, que se había ofrecido a llevarlo. Abrió la puerta y murmuró, antes de entrar:

-No te rías, por favor.

Fermín encaró una ceja, sin entender porqué el menor había dicho aquello.

Lamine subió al vehículo con cautela, se sentó y cerró la puerta.

"Tres, dos, uno...", esperó internamente la risa del mayor, pero esta no llegó.

Miró a Fermín y vio como este observaba fijamente su corbata... ¿O su cuello y clavícula descubiertos?

El sevillano sacudió la cabeza casi imperceptiblemente un par de segundos después, alejando sus... no muy puros pensamientos, y lo miró.

-Eh... ¿Necesitas que te ayude? -sonrió con diversión, tratando de disimular-.

El catalán tardó unos segundos en responder.

-Sí... -dijo, ausente. Seguía pensando en como Fermín lo había mirado. ¿Se lo habría imaginado? Joder, no quería ilusionarse-. Sí.

El rubio asintió, desabrochó su cinturón y se inclinó hacia el moreno. Se centró en la corbata y empezó a desatarla, con cuidado e intentando no tocarle.

Lamine tensó la boca, el sevillano estaba tan cerca que podía oler su colonia.

-Vale, esto ya está -lo oyó murmurar-. Toma -le tendió su corbata, él la aceptó-.

Entonces Fermín se centró en su camisa. Empezó a abotonarla y el menor no pasó por alto que, de nuevo, estaba intentando no tocarlo.

"Para ya, Lamine. ¿Acaso quieres que lo haga?"

El rubio terminó y le pidió la corbata. Lamine se la tendió y él se la colocó correctamente. Cuando hubo terminado, se alejó. Parecía satisfecho con su obra.

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