Capitulo 6

84 10 19
                                    


Capitulo 6

Ayla.

La valentía y el instinto de protección se fueron disolviendo a medida que caminaba por el bosque oscuro; la fría noche hacía que mis dientes castañearan; ni siquiera el calor de mi vieja capa conseguía quitarme el frío que sentía en mis huesos. La penumbra de la noche sin luna hacía que tuviera que adaptar mi visión en la negrura del frondoso bosque. Mis rodillas temblaban y mis pasos se habían vuelto más pesados. Me abrazo a mí misma en un intento en vano de entrar en calor. Quizás no había sido buena idea acudir en nombre de mi abuela, pero ya no había marcha atrás; la vida de la mujer dependía de un hilo y mi anciana abuela no estaba en sus facultades para ir sola en esta fría noche hacia el bosque al encuentro de un ser oscuro. Me enfrentaría al Incubo de las Sombras.

Cada paso resonaba en silencio, amplificado por el crujido de las hojas secas y las ramas quebradas bajo mis pies. Los sonidos del bosque nocturno me rodeaban. El ulular de los búhos y el crujido de ramas que me indicaban la presencia de animales invisibles en la oscuridad... Cada sonido parecía amplificar mi miedo; quería salir huyendo hacia la choza junto a mi abuela, pero justamente por eso me encontraba aquí, por ella.

Pensaba en mi abuela cuyo cuerpo envejecido ya no podía soportar más el peso del duro trabajo del campo y las urgencias nocturnas y en la joven mujer que yacía en la silla donde mi abuela practicaba los abortos. Su anormal rostro blanco y su perdida abismal de sangre indicaban que su vida dependía de mi determinación. Podría morir en cualquier momento y, por mucho que el miedo me paralizara, no podía permitirme flaquear.

La cara de miedo y sorpresa de mi abuela antes de salir de la choza se repetía en mi cabeza.

- ¡Ayla, no estás preparada! Ni siquiera sabes invocarlo. Y temo que te pase algo.

- Me he aprendido de memoria el rito. Estuve estudiando el grimorio y sé cómo invocarlo. - Intente que mis palabras sonaran convincentes. - No me hará nada, me marcó.

Antes de que mi abuela cambiara de opinión, cogí todo lo que necesitaba y salí disparada por la puerta. Ella se quedó sentada en una silla al lado de la joven mientras la atendía. Y ahora me encontraba enfrente de un altar a punto de realizar una invocación donde un Incubo de las Sombras y la Muerte vendría a alimentarse de una pobre alma a cambio de brindar salud a la madre.

Dejo el paño envuelto con cuidado encima del altar de piedra, esparzo unas hierbas por la mesa y enciendo unas velas negras, observando como las llamas parpadean en la oscuridad. Cada acción es una lucha contra el miedo que me acosa, pero puedo hacerlo. Las manos me tiemblan y siento la garganta seca. Estoy a punto de hacer la locura más grande de toda mi vida, pero ya no hay marcha atrás. Tomo un cuchillo y con un breve suspiro de resolución me hago un pequeño corte en la palma de mi mano izquierda. Siento los nervios en mi vientre, pues estoy a punto de enfrentarme a la criatura que me horroriza y me fascina a la vez. Observo como la sangre cae en el cuenco, sintiendo el ardor en mi piel, recordando la marca que el Incubo había dejado en mi carne. Me aclaro la garganta mientras repaso mentalmente la canción que había aprendido esta misma noche. Una canción poderosa cantada en una antigua lengua.

Me toco la marca por encima de la ropa, pongo mi mano encima e imploro que todo salga bien. Siento un hormigueo sobre mi piel y una infundada tranquilidad. Lejos de calmarme, aquello me puso más nerviosa. ¿Qué había sido eso?

La primera melodía sale por mi garganta, y no vacilo; sigo cantando cada palabra que había memorizado hasta llegar a la nota final. Por un momento no pasa nada, y temo haber hecho algo mal, pero de pronto la temperatura desciende unos grados más; si la noche era fría, ahora se sentía gélida. El aire se vuelve más frío y denso, y una oscuridad aún más profunda parece envolver el claro que el bosque ocultaba. Tiemblo de frío y miedo cuando un aire repentino me penetra, provocando que la capucha de mi capa se cayera hacia atrás, dejando expuesto mi rostro. Las velas de la mesa parpadean, amenazando en apagarse y dejarme ante la inmensa oscuridad. Siento su presencia, una energía oscura que me atrae. Aún podría salir corriendo hacia la choza o esconderme, pero mis pies me impiden moverme de mi sitio; estoy inmovilizada y atónita ante la neblina oscura que empieza a bailar a mi alrededor. Materializándose lentamente ante mí.

Marcada por el incuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora