Capitulo 8

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Capitulo 8

Ayla.

Desperté con el amanecer. Los primeros rayos de sol se filtraban entre las cortinas de mi ventana. Me froté los ojos adaptándome a la luz que entraba. Mis sentidos aún estaban adormecidos por el sueño profundo en el que había caído. Al principio, todo parecía un sueño lejano, una nebulosa de sensaciones y recuerdos mezclados. Pero a medida que mi mente se despejaba, los eventos de la noche anterior volvieron a mí con una claridad asombrosa.

El ritual, la invocación... Y luego, la entrega total de mi cuerpo y alma al Incubo. Raveck... Aún no había sido capaz de pronunciar su nombre en voz alta; tenía miedo a pronunciar su nombre y con ello desatar todos los sentimientos reprimidos que sentía por él. Pero después de lo de anoche, me sentía tan íntimamente ligada a él. El calor subió por mis mejillas mientras recordaba la pasión abrumadora, el deseo que me había consumido, como me había penetrado con su cola, y como me había hecho correr sobre ella mientras torturaba mi hinchado clítoris y pellizcaba mis pezones... Por no hablar en la manera en que me hablaba... Más allá del deseo y el placer, era como nuestras almas se habían entrelazado en un encuentro tan íntimo que parecía trascender el mundo físico.

Me volví a sonrojar; el rubor teñía mi piel mientras los recuerdos me asaltaban. No podía negar lo que había sentido, la forma en que mi alma había vibrado con cada toque, cada susurro del Incubo. Él no solo me había poseído; había despertado en mí un anhelo profundo, un deseo que nunca había experimentado con ningún otro. Y ahora, incluso después de todo, ese deseo persistía. Como una llama que no podía apagar.

El murmullo de voces en el salón me sacó de mis pensamientos. Reconocí la voz de mi abuela, calmada y tranquilizadora, y la de la mujer que había llegado la noche anterior tan dañada. Me levanté rápidamente; mi corazón latía con fuerzas al recordar que esa mujer había estado al borde de la muerte. Pero ahora, al escuchar su voz, me sentí aliviada al saber que mi "sacrificio" había valido la pena.

Sin perder el tiempo salí de la cama apresuradamente; sin perder tiempo en vestirme, salí corriendo al salón con el camisón puesto. ¿Camisón? Pensaba que acabó rasgado... Este es otro, un momento, ¿ cómo llegue hasta aquí? Ahora no podía pensar en eso...

Abrí la puerta de mi alcoba y me encontré a mi abuela junto a la mujer sentadas frente al fuego, sus rostros iluminados por las llamas danzantes... La mujer, aunque todavía pálida, parecía estar recuperándose. Sus ojos reflejaban gratitud y alivio. Aunque también puede atisbar tristeza. Sentí un peso menos en mi corazón al verla viva.  

Las dos levantaron la vista cuando entré; los ojos de mi abuela se llenaron de preocupación.

— Gracias... No sé cómo agradeceros lo que habéis hecho por mí. —Dijo la mujer con voz entrecortada. - Creí que no sobreviviría a la noche.

Asentí sonriendo débilmente. Ya que mi mente estaba enfocada en algo más. Me senté junto a la mujer. Mi corazón se aceleraba ante la urgencia de preguntarle lo que quería saber.

— Me alegro de que estés bien. —Comencé con mi voz suave pero decidida. - Pero necesito que me confirmes el nombre del hombre que te dejó embarazada y te maltrató.

La mujer pareció sorprendida por la pregunta, pero su expresión pronto se tornó amarga. Bajo la mirada, luchando por contener las lágrimas.

— Lo amo, y no quiero meterlo en problemas... —Se mordió el labio reprimiendo el llanto.

— Tranquila. — Cogí sus manos entre las mías, intentando tranquilizarla, animándola a seguir hablando.

— Es un hombre de gran poder en la aldea. —Respondió con voz temblorosa. —Prometió cuidarme, me dijo que me amaba... pero cuando supo que estaba embarazada, todo cambió... Esa noche se volvió cruel y despiadado... Me digo que una puta como yo no podría saber quién era el padre... —Gimoteó. — Yo solo estuve con él. Otras chicas del burdel ya me advirtieron que los hombres con poder se divertían con las nuevas y cuando se cansaban de ellas o las preñaban, las deschaban como basura...

Marcada por el incuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora