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   Me puse muy rojo cuando vi a John en el corredor. Quise darme la vuelta y huir, pero me arme de valor e intenté acercarme.

   John también estaba algo ruborizado, pero se esforzó por sonreírme.

   —Hola...

   —Hola... —contesté yo, aferrado a las tiras de mi mochila.

   —¿Ya... vas a casa...?

   Sentí mariposas en el estómago. Asentí.

   —Ah, pues... pues que te vaya bien. Digo, la calle es peligrosa y eso...

   Carcajeé.

   —Sí, claro... Cuídate tú... tú también...

   Permanecimos unos segundos detenidos en el corredor. Creí que era hora de disculparme personalmente.

   —Lamento lo que pasó...

   —Ah, está bien —John carcajeó, asintiendo—. No lo recuerdes más, por favor...

   —De acuerdo, lo siento. —Me reí.

   John tomó aire y apretó sus ojos con fuerza, luego volvió abrirlos.

   —¿Te gustaría ir a tomar un helado justo ahora?

   Sentí que mi corazón iba a estallar.

   —¿Un helado? ¿Ahora? ¡Sí!

   Esbocé una sonrisa, sintiéndome muy emocionado. Y nervioso. Porque aunque ya habíamos hablado, nada se comparaba a tenerlo justo en frente de mí y peor aún después de todo lo que pasó.

   Bajamos las escaleras en silencio, y justamente nos topamos con Stuart antes cruzar el patio delantero.

   —¡Paul!

   —¡Estoy ocupado, Stuart! —Y avancé rápidamente.

   John carcajeó ante la manera en la que Stuart comenzó a insultarme en un idioma raro, seguramente japonés.

   Me alcanzó antes de la salida, y entonces se atrevió a pasar mi mano por mi hombro.

   —Dime tres cosas que te guste hacer. Ya sabes, para conocernos. Pero rápido, sin pensar mucho.

   —Caminar. Helados. Leer.

   Nos reímos. Aquello, aunque no había sido lejos de la realidad, había sido bastante básico.

   —Ahora me toca —dijo John—: Jugar video juegos. Molestar a Mimi. Paul.

   Un calor se extendió por mis mejillas. John sonrió y tocó mi mentón.

   —Me gustaría conocerte mejor. Me pregunto por qué no me fijé en ti antes.

   —Yo me fijé en ti desde primero.

   —¿¡En serio!? ¡Era feo en ese entonces!

   Le di un empujón.

   —¡Agh, claro que no! Eres lindo.

   —Tú también.

   Nos miramos. John sacó su lengua con una gran cantidad de saliva espumosa en ella.

   —¿Estás deshidratado? ¿Quieres saliva refrescante?

Paul ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora