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   John no estaba bien. Y sabía que era porque su tía había descubierto lo de sus revistas.

   A lo lejos, en en patio jugando futbol y siendo particularmente torpe, aunque trataba de disimularlo, se notaba preocupado.

   —¡John, ven aquí! —Cuando George gritó aquello mientras agitaba su mano, hundí mi cabeza en el libro de matemáticas para evitar verlo.

   —¿Por qué lo llamas, idiota? —mascullé, sintiendo mis mejillas rojas.

   —Deja de tenerle miedo, Dios Santo, Paul, no va a comerte.

   "Ay, ojala", pensé.

   Vi de reojo como John abandonó la cancha de juego y trotó hacia dónde estábamos George y yo.

   —¿Qué sucede?

   —Nada.

   John arrugó su entrecejo y yo quise morirme en cuanto me vio.

   —Mira, él es Paul.

   "Oh, Dios. Oh, Dios. Oh, Dios..."

   —Ah, ¡cómo la IA! —se echó a reír, sentándose frente a mí—. No sabía que te llamabas Paul. Digo, siempre te veo, pero nunca hablamos...

   "¡Me ve! ¡Me ve! ¡Qué emoción!"

   Me armé de valor para bajar el libro y mirarlo a los ojos.

   —Hasta que por fin te veo sin libros en la cara.

   Ni siquiera podía pensar algo coherente que decir.

   —Hola.

   Volví a poner el libro en mi cara, tratando de contener mi emoción.

   —Ya regreso, Ritchie me está llamando.

   Sentí demasiado calor en las mejillas cuando George, despidiéndose, se levantó y nos dejó solos.

   John apartó el libro de mi rostro para obligarme a verlo a los ojos. Él estaba rojo, ajetreado, sudado. El corazón comenzó a palpitar fuertemente.

   —¿Entonces te llamas Paul?

   —S-Sí...

   —Mmh. ¿No te gustaría inscribirte en el club de futbol? Verás, soy bastante malo y el equipo se está yendo al carajo.

   "¿Malo, dices?", pensé. "Pero si juegas lindo."

   —No me gusta el deporte.

   —¿Y entonces que te gusta hacer? ¿Vas al club de lectura?

   —Eh...

   —John.

   La voz femenina que nos interrumpió era de Cynthia. La miró avergonzado, y yo sólo pensé en que él había dicho que quería olerse los dedos luego de tocarla.

   —Perdón por lo de ayer. —John se apresuró a decir.

   —¿Podemos hablar a solas? —ella se cruzó de brazos.

   —Mmh, seguro...

   John se levantó, pero antes de dar el primer paso, me miró.

   —¿Me das tu número?

   —¿M-Mi número?

   —Sí, para chatear.

   Me asusté.

   —¡No, no, no! ¡No tengo teléfono celular! ¡No uso esas cosas!

   Cerré mi libro de golpe, tomé mi mochila y huí.

***

   Tonto. Tonto. Tonto.

   "Paul, no era necesario que huyeras", pensé. "Pudo haber sospechado."

   Me giré en la cama y solté un suspiro. La imagen de John sudado y golpeando el balón con el pie de manera torpe venía a mi mente una y otra vez.

   De pronto mi celular vibró. Era un mensaje de John.

»Hola, paul

»Mi tía encontró unas revistas vergonzosas

»Y hablé con un chico en el colegio que me parece lindo

Paul ➳ McLennonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora