primus

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—El bebé está bien

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—El bebé está bien. Solo ven aquí ya.

Max Verstappen, alfa cambiaformas-león y multimillonario hecho a sí mismo, realmente le gruñó. Sus ojos cambiaron de color, y eso solo hizo que la polla de Sergio se pusiera más dura.
Él no podía detenerse. Ser un hombre embarazado apestaba algunas veces, especialmente desde que su estómago casi no había dejado de revolverse desde cuando se dio cuenta de que llevaba al bebé de Max, pero hoy era diferente.

―Está bien. Estoy teniendo un buen día. No me siento enfermo en absoluto.

No. Sergio se sentía algo distinto mientras él se recostaba en la cama de la casa de la piscina de Max, desnudo, y solo por mejorar las cosas, él se llevó su mano a su pezón y lo retorció.
Cuando Max se había ido al baño a darse una ducha, Sergio lo había tomado como una oportunidad de oro y se quitó toda la ropa, esperando a que Max viniera, con su mano en su polla.

―Tú estás probando mi paciencia.

―Amo cuando hablas de esa manera− dijo Sergio, sintiendo un rubor caliente subir por su cuerpo mientras Max prácticamente lo observaba masturbarse.

―Tú deberías venir aquí y ronronear en mi oreja, dime cómo de malo he sido.
―¿Has bebido algo mientras estaba en la ducha?
―Qué?

Max estuvo de repente a su lado, su larga y callosa mano en la frente de Sergio. Aunque era multimillonario, Max había hecho algo de trabajo duro en su vida. A pesar de eso, su toque todavía se podía sentir suave, y Sergio alcanzó la mano del hombre, separándola de su frente para poder presionar un beso en su palma.
Perfecto.

Sergio se levantó, mirando con cariño al hombre sobre él. Él observó la garganta de Max balancearse cuando tragó saliva.

―Eres como un moscón.
Sergio asintió.
―Síp.
―Y tú no te estabas sintiendo bien la pasada noche, déjame recordarte.

Él no necesitaba recordárselo. Sergio todavía se sentía como una mierda por todos los dolores de estómago, vómitos, y otras cosas asquerosas que venían con sentirse enfermo por el embarazo. Supuestamente, los hombres lo llevaban peor que las mujeres dado que ellos no habían nacido con lo necesario para albergar un feto. Todas esas cosas debían formarse con antelación para cuando el bebé creciera en su interior.

Eso era un todo un desorden médico-mágico en lo que a Sergio concernía, pero últimamente sus días habían sido mejor y los malestares no eran tan duraderos. Todavía estaban allí, pero no tan fuertes como antes.

―La pasada noche fue solo una mala noche. Creo que estoy empezando a acostumbrarme a esto.

Sin embargo, no estaba habituado al pequeño bulto que estaba empezando a formarse en su estómago. Se sentía extraño, como un tumor. Más extraño todavía era saber que ese era, en realidad, el bebé de Max, pero también era agradable, a su manera.

―¿Por favor?—él preguntó.

Sergio observó la forma en que los ojos de Max se dilataron. Ellos se dilataron a lo grande. No había forma en el infierno que Verstappen se pudiera resistir a los ojos que Sergio le ponía, o al tono de súplica en su voz que usaba.

El pecoso se había dado cuenta de eso un par de semanas antes. Él todavía vivía bajo el techo de Max, como un tipo de propiedad. Y Max había estado enfadado con Sergio después de que este rompiera su corazón, y Sergio había estado furioso con Max cuando este le forzó a abandonar su negocio de programación que había creado antes de que tuviera oportunidad de sacarlo adelante.

La venganza de Max por haber roto con él y haberle insultado no se había completado, sin embargo. Él había querido tener a Sergio en su casa, tener suficiente influencia sobre él para estar seguro de que nunca le dejaría.
Fue todo un lío, pero de alguna manera, a través de todo esto, a través de todas las conversaciones que empezaron a tener, ambos habían empezado a volver al lugar donde ellos comenzaron. Estando estúpidamente enamorados el uno del otro. Por supuesto, eso había pasado cuando Max había descubierto que Sergio estaba llevando a su cachorro, y por lo tanto, era su compañero, por lo que tuvo que enfrentarse a lo idiota que había sido, pero a caballo regalado no le mires el diente, y a Sergio no le preocupaba excesivamente porqué había pasado.
Nunca más.
Ellos habían admitido, más o menos, que tenían sentimientos el uno por el otro,bpero las cosas todavía estaban progresando lentamente.

El sexo, sin embargo, no lo estaba. Cada vez que Sergio empezaba a sentirse bien, él estaba constantemente con ganas. Él lo estaba ya sea cuando se sentía enfermo, o siempre que se sentía increíblemente caliente. Afortunadamente, una de las ventajas de vivir en pareja con un hombre era la promesa de sexo regular, por lo cual Sergio no estaba avergonzado de rogar ahora mismo.

Max gimió, y entonces fue cuando Sergio supo que había ganado la batalla. Su amante, su compañero, se inclinó hacia abajo y puso sus manos en la cara de Sergio, arrimándole, besándole dulcemente en la boca.
Sergio gimió. Era uno de los besos más inocentes que el rubio le había dado desde sus días de escuela. Debía ser el único adolescente en la historia que no había sido follado contra el colchón, y Max a menudo se quejaba sobre su regla de no-sexo. Pero al mismo tiempo, cada vez que Max había tenido esperanzas de no tener mal de bolas azules, él le había besado como ahora. Como si fuera algo precioso y frágil. Como si Max estuviera tratando de ser cuidadoso de no ponerse demasiado cachondo que no pudiera contenerse a sí mismo.

A Sergio le gustaba. A él también le gustaba la insinuación de su lengua, la manera en que lo hacía estremecerse, haciendo que sus bolas se sintieran pesadas y su polla doliera. Él también quería más, y él no iba a conformarse con nada menos que tener a Max desnudo en la cama con él.
Sergio dejó caer, a ciegas, sus manos sobre el cinturón de Max, desabrochando la hebilla y tirando para abrirlo, buscando su premio.
Verstappen siseó, separándose del beso. Sus ojos estaban cerrados, pero Sergio supo que si él los abría, podría vislumbrar el poderoso gato que estaba oculto dentro de él.

―¿Estás seguro?

―¿Me veo como si no estuviera seguro?—Sergio preguntó—Tómate un día libre. Puedes quedarte aquí conmigo.

Quería que Max se quedara con él. Trabajaba demasiado y se sentía abandonado por él. Él sufría por el otro hombre.

Leon abrió los ojos repentinamente, y el gato estaba definitivamente allí mientras Max presionaba a Sergio contra el colchón.

―¿Esto es lo que quieres?
Sergio se estremeció mientras sentía el alfa en su compañero surgir a la vida.

―Sí, esto es definitivamente lo que quiero.

―Sí, esto es definitivamente lo que quiero

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Empezamos fuerte con los embarazados cachondos.

Estoy feliz de traer una nueva parte de esta adaptación, esperó les guste mucho. Les mando besos. 💋

Gracias por leer, votar y comentar.

La Mascota Ronroneante del Multimillonario [LIBRO DOS] [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora