septimus

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Max estaba más allá de cabreado cuando dejó la casa de la piscina

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Max estaba más allá de cabreado cuando dejó la casa de la piscina. Lando esa maldita plaga. Debería haber sabido que volvería. Él no había esperado que en algún momento, siempre volvería cuando no fuera a por él. No había estado mintiendo a Sergio, sin embargo. Con la noticia del bebé, la revelación de que era su compañero, y el duro despertar que trajo consigo, Lando había sido la última cosa en su mente.

Charles cruzó sus brazos mientras caminaba a su lado. —Sería mejor que esa mirada no sea para mí.

—No lo es,— dijo Max, el entró en la casa principal, con Charles por la parte trasera, y esperaba encontrar a Lando arriba, en su habitación. La habitación que había dado al rizado para su uso personal, cada vez que él venía aquí.

Él no tuvo que subir las escaleras. Chales le llevó a la sala de estar, y Lando estaba sentado en el sofá. Él estaba vestido, afortunadamente. Habitualmente él se mostraba desnudo. Max realmente deseó que él no hubiera caminado hacia Sergio desnudo. Tendría que preguntarlo más tarde.

Los brazos de Lando estaban cruzados defensivamente sobre su pecho, sus piernas cruzadas. Parecía que estaba tratando de cruzar todo su cuerpo. Los ya enojados ojos de su ex-amante se estrecharon en pequeñas rendijas
cuando Max apareció en la habitación.

―¿Tienes algo que quieras decirme?—Pregunto Lando. —¿O vas a traer a tu perro para hacerlo, de nuevo?

Charles gruñó. Max sintió que tenía que hablar sin pelos en la lengua. —No hay nada aquí que sea tuyo. Necesitas salir de mi casa.

―No estoy en tu casa, aparentemente,— Lando espetó. —Tú viviste en esa maldita casa de la piscina todo el tiempo que estuvimos saliendo, no me dejabas entrar a verte, ¿pero él tiene una llave del lugar?

―Él es mi compañero,— dijo. Esto era irritante, pero él tenía la sartén por el mango. No dejaría que Lando apretara sus botones y le hiciera enfadar. Él solo tenía que sacar al hombre de aquí lo más rápido posible.  Esa era la única cosa que necesitaba hacer, entonces él podría volver con Sergio.

Norris le miró por unos largos segundos, su boca presionada en una fina línea antes de que se pusiera sobre sus pies. —Tú, ¡jodido bastardo! ¿Qué pasa conmigo?

―¿Qué pasa contigo?—Max preguntó. ―Tú me diste boleto. Yo no rompí, exactamente tu corazón.

―Ya veo. Yo no rompí el tuyo, tampoco,— Lando disparó de vuelta.

Max no estaba seguro de si eso se suponía que era un insulto o no. ¿Lando estaba molesto porque no estuviera suspirando por él? Eso no parecía ser cierto, pero Lando era del tipo de hombre que disfrutaba siendo el centro de atención.

Podría ser que se estaba perdiendo algo. Tal vez Lando se implicó más de lo que pensaba. Podía haberle engañado. ―Lando, tú nunca diste una pista de que querías más que solo tener sexo. Nosotros solo estábamos divirtiéndonos. Tú me dejaste porque dijiste que no tenía suficiente tiempo para ti y tú encontrarías a alguien más.

La Mascota Ronroneante del Multimillonario [LIBRO DOS] [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora