sextus

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Sergio no estaba llorando cuando Max volvió

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Sergio no estaba llorando cuando Max volvió. Él se había serenado y ahora solo estaba enfadado, lo que era mucho mejor. Prefería estar enojado que herido mientras esperaba a que él alfa lo llamara. Era fácil sentirse herido mientras yacía en la cama, luego comenzó a preguntarse cuántas veces Max y Lando habían follado en ella antes de que el viniera.

Max no le llamó, sin embargo. Él solamente volvió. Él problema fue que Sergio se había olvidado de la silla que puso delante de la puerta, y Max tuvo que golpear con el puño varias veces, despertando a Jimmy de la esquina donde estaba acurrucado.

El minino maullo y mientras corría hacia afuera y bajó las escaleras. Él solo se ponía feliz cuando Max volvía a casa, por lo que supo quién era.

Él gimió y rodó fuera de la cama para contestar a la puerta.

Enfadado, no herido. Enfadado, no herido.

Él se dijo esto una y otra vez, deseando hacerlo realidad mientras se tomaba su tiempo para bajar por las escaleras.

―¡Ya voy!— Él gritó cuando Max golpeó a la puerta otra vez.

Quitó la silla, y como Max tenía una llave, ya había abierto la puerta, luego entró antes de que Sergio pudiera alcanzar la manija de la puerta. Lo primero que hizo fue alcanzar los hombros de Sergio y agarrarlos estrechamente.

―¿Estás bien?
―Sí, bien,— dijo, alejando las manos del alfa.—¿Por qué no me has llamado?

―Lo hice. Tú no me respondiste,— dijo.

Oh. Mierda. El teléfono debió sonar cuando Sergio estaba en el baño salpicando agua fría en su cara para parar el maldito llanto. Y por supuesto, Max, siendo el perceptivo alfa que era, echó un vistazo a la cara de Sergio, tocando con su pulgar el punto justo debajo del ojo de
Pérez, y pareció notarlo.

―Si te ha hecho daño, le mataré. —Algo del alfa salió con esas palabras. Vio al león en sus ojos. No solo en sus ojos, si no que su cara comenzó a cambiar sutilmente.
Sergio golpeó su mano justo cuando su compañero empezó a formar sus garras.

—Deja de tratarme como a un niño pequeño.—O peor, como una indefensa mujer embarazada. —¿Es un asesino en serie o algo? ¿Por qué iba a herirme?

Max tomó una respiración, su cara volviendo a la normalidad.  —Sí, tienes razón, por supuesto.

―¿Se ha ido?

―Si no lo ha hecho, lo hará en breve. Charles se está ocupando de él.

Genial. A Charles no le gustaba precisamente, y Sergio no pensaba que quisiera deberle al hombre ningún favor.

―¿Quién era ese tipo? Él dijo que ambos tenían algo.
―Lo hicimos, pero fue en el pasado. Eso es todo lo que fue, ―Max dijo rápidamente. Él alcanzó la mano de Sergio, tomándola entre las suyas y apretando sus dedos tan fuerte que la sangre los abandonó y comenzó a sentirlos fríos.

La Mascota Ronroneante del Multimillonario [LIBRO DOS] [Chestappen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora