Parte I

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Aquella tarde, después de un arduo día de pruebas en Mónaco, Fernando encontró a Lance solo en una sala, mirando hacia la ventana. Parecía pensativo, sus ojos fijos en el horizonte, pero Fernando sabía que lo que le preocupaba no era el clima ni la próxima carrera.

—¿Todo bien? —preguntó Fernando mientras cerraba la puerta tras de sí.

Lance lo miró de reojo, una ligera sonrisa curvando sus labios. Se acercó a él, pero mantuvo la distancia, por si alguien los estaba observando. Habían aprendido a ser discretos, a mantenerse bajo el radar.

—Estoy pensando en mi padre —respondió Lance, finalmente. Su voz era suave, casi apagada.

Fernando frunció el ceño. Sabía lo que eso significaba.

—No se va a enterar —dijo Fernando, tratando de sonar seguro. Pero incluso él sabía que había un límite para lo que podían esconder. Los equipos de Fórmula 1 eran como una gran familia; los rumores corrían rápido y las sospechas aún más.

—No es solo eso. —Lance se frotó la nuca, visiblemente incómodo—. Si él se entera... no solo me destruiría a mí. Podría hacer que te despidan. Tú sabes cómo es. Para él, solo soy su "inversión", su hijo destinado a ser el campeón del mundo, y tú eres el hombre que debería llevarnos a la gloria.

Fernando se acercó, más de lo que sería prudente si alguien estuviera mirando, pero no le importó. Lance necesitaba escuchar esto.

—Lance, hemos pasado por cosas peores. Nadie se va a interponer entre nosotros si no lo permitimos. Sé que Lawrence es... imponente, pero no puede controlarlo todo.

—No lo entiendes —interrumpió Lance, con una chispa de desesperación en su voz—. Si él lo descubre, hará cualquier cosa para separarnos. Lo que más le importa es el equipo, su imagen, y para él, esto sería un escándalo.

Fernando suspiró y tomó la mano de Lance, apenas rozándola, sintiendo el calor en la palma de su pareja. Era un gesto rápido, pero suficiente para calmar a ambos.

—No puedo perderte a ti... —murmuró Lance, mirando fijamente a Fernando—. Ni quiero que pierdas tu carrera por mi culpa.

—No va a pasar, pequeño. —repitió Fernando con firmeza, aunque en el fondo sabía que Lance tenía razón. Lawrence Stroll tenía los recursos y el poder para hacer que cualquier piloto, incluso alguien tan laureado como él, desapareciera del equipo. Era el riesgo que habían aceptado desde el momento en que todo esto había empezado. Un juego peligroso, una apuesta en la que las emociones eran más poderosas que cualquier contrato o victoria en la pista.

El tiempo pasó rápido, y pronto tendrían que volver al ajetreo del paddock. Lance se apartó, su expresión cambiando rápidamente a la de un piloto profesional, el rostro impasible que siempre llevaba delante de su padre y el equipo.

—Hay que ser cuidadosos —dijo Lance, su tono más frío, pero su mirada revelaba todo lo que aún sentía.

—Lo seremos —respondió Fernando, adoptando también su máscara de piloto impenetrable—. Nos veremos después, cuando todo esté más tranquilo, cielo.

Sabían que no podrían ocultar lo suyo para siempre, pero cada día juntos, aunque fuera en secreto, era un pequeño triunfo. Y aunque la sombra de Lawrence Stroll siempre los amenazaba, ambos estaban dispuestos a luchar por su relación, aunque el coste fuera su lugar en la Fórmula 1.

𝙎𝙚𝙘𝙧𝙚𝙩 ೃ࿔𝘚𝘵𝘳𝘰𝘭𝘭𝘰𝘯𝘴𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora